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AACCTTUUAALLIIDDAADD DDEE LLAA BBRRIIPPAACC Foto superior: las unidades de Artillería guardan entre sus tradiciones 53 el recuerdo del 2 de mayo Foto inferior: bajo la imagen del capitán Daoiz, GEBRIPAC revista a la fuerza dispersados por todo nuestro territorio. El poder efectivo en España queda en manos del mariscal francés Murat, reduciendo la Junta de Gobierno que representaba a Fernando VII a un mero títere. En estas circunstancias, Velarde se reúne con el ministro de la Guerra, Gonzalo O´Farril, creyendo que era un patriota, a quien le confiesa sus planes para tratar de cambiar el curso de la historia. El ministro los desmanteló para que fuese imposible reaccionar eficazmente contra el invasor. Más tarde, Velarde se reúne con Daoiz, a quien hace partícipe de sus ideas y le encarga reclutar más adeptos, como Navarro Sanglán, Navarro Falcón, el capitán Joaquín de Osma, el coronel de Infantería Juan Azeco y Fernández de Mesa, etc. La contestación de Daoiz es ya famosa “ Pedro, España está perdida, pero tú y yo moriremos por ella”. Es lo que se dio en llamar la “confabulación de los artilleros”. Las circunstancias no eran favorables a nuestros capitanes. Dentro de Madrid había 10.000 soldados franceses, 20.000 acuartelados en las proximidades y otros 40.000 más en segunda línea de reserva. Ante ellos, 8.800 soldados españoles con 25 cañones de bronce, 6 de varios calibres, 6 de hierro, 10 cureñas de sitio y poco más. Sin embargo, ningún obstáculo sería tan grande que no pudiera ser superado. A pesar de esta abrumadora superioridad militar, Napoleón sabía muy bien a quién se enfrentaba. En una carta que el emperador dirigía al duque de Berg, fechada el 29 de marzo de 1808, Napoleón alertaba a su máximo responsable en España y le decía: “...no creáis que vais a atacar a una nación desarmada y que no tenéis más que presentar en parada vuestras tropas para someter a España... tenéis que habéroslas con un pueblo nuevo, que tiene todo el valor y tendrá todo el entusiasmo que se encuentra en los hombres no gastados por las pasiones políticas...”. Las órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete eran tajantes: “que ni oficiales ni soldados salieran de sus cuarteles”. La mañana del 2 de mayo, las tropas del mariscal francés Murat abren fuego con dos piezas de artillería contra el pueblo de Madrid, que se había concentrado en la plaza de la Armería con el fin de impedir que sacasen de España al Infante Don Francisco. Y es que, como dijo un sabio español, en España lo ha hecho todo el “pueblo”, y lo que no ha hecho el “pueblo”, se ha quedado sin hacer. Pero una nación no puede ser sólo “pueblo”, necesita una minoría egregia como un cuerpo vivo no es sólo músculo, sino, además, ganglio nervioso y centro cerebral. El ganglio nervioso el 2 de mayo, lo encarnó Velarde, quien se encontraba en la Junta y no cesaba de exclamar: “¡Es preciso batirnos! ¡Es fuerza morir! ¡Hay que batirse! Al mostrale su jefe la orden del mando exclamó: ¡mi comandante, vamos a batirnos con los franceses!, ¡No hay otra solución que batirse! Acto seguido, empuñó el fusil de un artillero y corrió a la calle para acompañar a las multitudes al Parque de Monteleón. Siendo voluntario para cualquier sacrificio y teniendo muy presente que los puestos de mayor riesgo y fatiga eran los puestos de mayor honor.


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