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VVEETTEERRAANNOOSS PPAARRAACCAAIIDDIISSTTAASS 65 Más tarde, y durante varios años fui su auxiliar; de él aprendí –casi– todo. Desde el primer momento acumule infinidad de anécdotas y vivencias con las que se podría escribir un libro, pero estas generosas páginas no dan para más. La última vez que le vi fue en el Vino de Honor del 23 de febrero de 2009. La verdad es que siempre que podía acudía –desde Canarias– a actos y eventos; le comenté que en diciembre pasaría a la situación de reserva por edad, y que para el siguiente 23-F (D.m.) me despediría de la Enseña Nacional. Me respondió que no podría asistir. A continuación le hice cierto comentario que, en su día, circuló por ahí; ignoraba si le iba a agradar o a molestar: “Dicen que cada Bandera debería haber un Marquina, pero eso sí, sólo uno”. No me respondió, pero por debajo del bigote esbozó una tenué y maliciosa sonrisa. Quedé con él para que cuando fuera por Las Palmas le llamaría para saludarle y tomar un café juntos. La idea le gustó, estaría encantado en enseñarme el bonito parque que habían hecho donde estuvo ubicado nuestro inolvidable Cuartel de Las Rehoyas. Un par de años más tarde pasé, con mi mujer, unos días en Las Palmas…, no le llamé, hoy me arrepiento, pero ya es demasiado tarde. ¡Mi comandante! Don Manuel…, amigo… Fue todo un privilegio y un honor estar a sus órdenes sirviendo a España. Hasta que nos volvamos a encontrar en esa inmensa zona de lanzamiento, de verde y mullida hierba, en la que las blancas sedas de los paracaidistas que un día se fueron siguen posándose eternamente. Reciba el más militar y legionario-paracaidista de los saludos.


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