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LA LEGION 532

ColabLoirbarcoios Actividades n<e<<< s<< teniente D. Pedro de Lucas Lago - delegado-; sargento D. Dionisio Avellaneda García; cabo 1º D. Rafael Expósito Martínez, D. Miguel Zahaner García -una máquina de disparar, con diez campeonatos nacionales consecutivos-, D. Juan Padilla Gómez; cabo D. José Días de Carvalho. D. Juan Santiago Molinero; legionario 1ª D. David Domenech Bataller, D. Antonio Horacio Vázquez –que además de disparar tocaba la guitarra-; legionarios D. Eugenio Fernández Pérez, D. Juan Cruz Hernández Villena y D. Manuel Vázquez Tojeiro –ferrolano-. En aquella expedición viajaban como cuarteleros los legionarios D. Marcelo Ruedas de la Cruz, D. Roberto Laguía Laguía, D. Benito Gómez Rodríguez y como conductores los cabos Arana y Apolinar. Además, como enviado especial informativo estaba el legionario D. Francisco Javier Martín Hernández. En aquel campeonato, cuando llegó al Campo de Tiro el Capitán General de la Región Militar de Galicia, teniente general García Pariente, acercándose al panel de resultados preguntó qué patrulla encabezaba la clasificación, al decirle: “el Tercio de Melilla y le sigue el de Fuerteventura”, el general respondió: “La Legión. Está claro, no podían ser otros”. Para llegar al Campeonato Nacional, primero había que ganar el Campeonato Local, y luego el Regional, esto hace que en lucha fratricida, caigan los Tercios de Ceuta y Ronda al ser superados por la patrulla del “Gran Capitán”, que en el año 1989 alcanzó el record de ser Campeón Nacional durante diez años consecutivos. El campeonato comenzaba con el izado de Bandera. Después, el jefe de la patrulla vencedora del año anterior pronunciaba la promesa de la competición: “Prometemos participar en estos Campeonatos Nacionales de Patrullas de Tiro, respetando sus normas, para un mayor resurgir del deporte y en bien de nuestras Fuerzas Armadas y de España”. Después de una marcha de 6 kilómetros en menos de una hora, una carrera de 200 metros en menos de 30 segundos, para llegar al puesto de tirador y meter en la diana el mayor número de impactos, en un minuto, pudiéndose penalizar, el disparar después de sonar la sirena, o perder la prenda de cabeza. Para lograr estos resultados, la patrulla tenía que entrenar muy duro, primero en Melilla, después un viaje de 1.200 kilómetros en poco más de un día, concretamente en el 89, llegaron a Ferrol de madrugada y sin descansar, a las 6,30, se marcharon al campo de tiro, montar los blancos, colocarlos y disparar. La expedición traía 20.000 cartuchos, para el entrenamiento y prueba final. Los días anteriores al campeonato los legionarios practicaban la marcha y el tiro, una y otra vez, de tanto disparar se veía a los patrulleros con la cara marcada por el constante retroceso del arma. La premura del tiempo hacía que el entrenamiento fuese intenso. El teniente Lucas fue muy importante en aquella época para la patrulla de tiro, con un trabajo de constancia, de superación, de sacrificio, de abnegación, el esfuerzo del día a día, virtudes que La Legión practica en su quehacer diario y que hizo que aquella patrulla cosechara numerosos triunfos año tras año, causando admiración a propios y extraños. Recuerdo a veteranos capitanes de navío de la Armada abriendo los ojos como niños maravillados mientras disparaba La Legión, situados entre el público, que descendía en gran medida, al terminar la participación de las patrullas legionarias, esto en parte era debido a que muchos veteranos legionarios, algunos de edad avanzada, acudían a ver como disparaban sus compañeros y al terminar estos, la expectación decaía. Pese a que ha pasado mucho tiempo, parece que lo estoy viendo, con su porte marcial, su chapiri, su barba recortada y sus gafas de sol. Podría contar un sinfín de anécdotas de aquellos años, pero recuerdo especialmente dos, que dan fe de su operatividad y buen hacer: Un oficial de otra patrulla legionaria necesitaba unos guantes blancos para la formación que se hacía en la entrega de trofeos y al pedírselos a otro compañero, este contestó sin dudar: “Lucas, Lucas tiene de todo”. En otra ocasión, al colocar las mantas sobre el puesto de tirador, se movían por culpa del viento, por lo que se clavaban al suelo con puntas, cuando el legionario encargado de esta tarea dijo: “Mi teniente, no quedan puntas”, la respuesta no se hizo esperar: “Pues clávale una vaina” (las había por cientos) cosa que el legionario hizo al instante. Desgraciadamente, regresando al presente, el comandante De Lucas nos dejó tras una larga enfermedad, a la que plantó cara con valor y serenidad. Como buen legionario se enterró con la Bandera Nacional por sudario como reza su canción. Pese a todo, algo de él quedará siempre entre nosotros. Estará ahora formado en los “Tercios Celestiales”, junto a los que nos precedieron en el servicio a España. 532 · III-2015 47 La Legión


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