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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA Nº 314 FEB 2015

L Alférez de navío Fernando Clavijo Rey- Stolle. Oficial de detección submarina «somos el arma más potente» EN su destino operativo, oficial de detección submarina, trabaja con tres suboficiales, dos cabos primeros y dos marineros bajo sus órdenes. «Un grupo de excelentes sonaristas», dice el alférez de navío Clavijo. Como oficial de guardia es la voz del comandante cuando éste se encuentra ausente de la cámara. En esos momentos es el responsable de la seguridad y del movimiento táctico del buque. «Dañino, brutal, agresivo...». Son algunos de los adjetivos que utiliza cuando se refiere a la capacidad de combate de un submarino. Estudiando táctica en tercero de carrera en la Escuela Naval de Marín comprendió «la tensión, el miedo e, incluso, el terror», que para los buques de superficie puede suponer la presencia de un sumergible. «Es el arma más potente de la Armada». Su abuelo, Tomás Clavijo, fue jefe de la Flotilla. Cuarenta años después dos de sus nietos siguen sus pasos en el Arma: Fernando en el Mistral y Tomás, comandante del Tramontana. Un tercero navega en la fragata F-101. «Mi padre está viviendo su sueño a través de sus hijos», expresa con orgullo en referencia a la vocación marinera que su progenitor no pudo desarrollar en la Armada por problemas de visión. «En algunas patrullas hemos pasado hasta 30 días sin ver la luz del día» «La presencia de un submarino provoca tensión miedo e, incluso, terror» L Cabo primero Ginés Casado Cegarra. Torpedista «Afrontam os cualquier situación» DESPUÉS de 19 años, sigo aquí, al pie del cañón». Por su especialidad —Armas Submarinas—, resultaría más propio decir «al pie del tubo lanzatorpedos ». Dos en realidad, de los cuatro de que disponen los sumergibles de la serie 70. El cabo primero Casado comenzó a cargar torpedos y minas de profundidad en 1996, cuando embarcó en el Tramontana, continuó en el Galerna durante ocho años y, desde hace once, en el Mistral. Su buen hacer en múltiples facetas y su veteranía le han convertido en «un seguro a bordo», dicen sus compañeros de dotación. Cuando monta guardia en el buque asume las funciones de electricista como cabo de central —la cámara de gobierno— encargado de supervisar el cuadro de seguridad en inmersión. «En puerto soy, además, el cartero». «He tenido vías de agua, incendios a bordo… y siempre hemos salido. Aquí trabajan profesionales que conocen la plataforma entera y afrontan cualquier situación». Su vida operativa como submarinista embarcado acaba aquí, en el Mistral, marcada por no sabe cuántas horas en inmersión —«perdí la cuenta en el 2000»— y por patrullas de hasta 62 días, algunas de 30 sin ver la luz del día. Febrero 2015 Revista Española de Defensa 43


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