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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 895 OCT 2015

hasta la fecha, resultaba inédito. Este importante avance en materia antiterrorista, contrastaba con las apenas dos líneas dedicadas diez años antes en Barcelona, cuando el terrorismo internacional, uno de los principales asuntos geoestratégicos de la actualidad, comenzaba a eclosionar. La Política Europea de Vecindad. Un giro hacia el Este Previamente a la ampliación de la Unión de 2004, las instituciones de la UE habían comenzado a trabajar en una nueva política exterior que se plasmaría en una estrategia para expandir su influencia a los países limítrofes de la futura Unión. Así, nació la Política Europea de Vecindad (PEV) que estaba orientada hacia los países con frontera terrestre o marítima con la UE, incluyendo a los PTM. Con la PEV, la Unión Europea nuevamente pretendía no solo el logro de acuerdos comerciales, sino una cooperación en todos los ámbitos que permitiera avanzar hacia situaciones próximas a la plena adhesión, pero sin llegar a esta, recordando la frase pronunciada por el entonces presidente de la Comisión Romano Prodi en 2003: «Todo menos en las instituciones». Esta PEV se lleva a cabo mediante la elaboración de acuerdos bilaterales para cada país, intentando que los países vecinos recibieran un estatus preferente cercano al de los Estados miembros. Estos acuerdos hacían abandonar la visión regional que había impulsado el Proceso de Barcelona, tratando la problemática de cada Estado signatario de manera singular e independiente. Pero el principal cambio, y principal revés para los socios mediterráneos, fue el considerar que la PEV abandonaba el marco geográfico del Mediterráneo pudiendo conllevar una considerable disminución de los esfuerzos de la Unión en la zona. La postura de la Unión fue afirmar que el nuevo enfoque no se olvidaba del partenariado del Mediterráneo y que el objetivo era la complementariedad de ambas políticas: el trato individualizado que ofrecía la PEV, combinado con el carácter global de la Declaración de Barcelona; carácter global que, por otro lado, el conflicto en Oriente Medio hacía tiempo venía minando y dificultando sus avances. Lo que resulta innegable es que la PEV preparó la adhesión de nuevos miembros, trece hasta la fecha, diluyendo de manera considerable la vecindad mediterránea. 16  REVISTA EJÉRCITO • N. 895 OCTUBRE • 2015 Una de las principales diferencias entre la PEV y el Proceso de Barcelona fue que la Unión no esperaba con aquella lograr objetivos a corto plazo, siendo la Comisión consciente de que el proceso integrador debería ser gradual, sin intentar lograr los objetivos políticos con tan solo la apertura de las fronteras en busca de un incremento en los intercambios comerciales. La Unión para el Mediterráneo. Intento francés de recuperar el espíritu de Barcelona La llegada al poder del presidente francés Nicolas Sarkozy en mayo de 2007 supuso un nuevo enfoque de la política comunitaria respecto al Mediterráneo. Sarkozy apostó por un nuevo giro hacia esta zona iniciando un proyecto, inicialmente al margen de la UE, que devolvería al Mediterráneo la influencia perdida en los últimos años tras la entrada de la PEV. El presidente galo intuyó que la UE cada vez se estaba orientando más hacia una Europa central y oriental con fines económicos y comerciales, mientras que el Mediterráneo necesitaba nuevos impulsos para no caer en el olvido comunitario. Europa recibió con escepticismo la propuesta gala y consideró que la respuesta debía ser común de la Unión, y no que cada Estado miembro actuara de forma independiente. Finalmente, en el Consejo Europeo de marzo de 2008, bajo el título «Proceso de Barcelona: Unión para el Mediterráneo», la iniciativa francesa fue definitivamente incluida en el marco comunitario como un impulso al proceso iniciado hacía trece años en Barcelona. El 13 de julio de 2008, bajo presidencia francesa de la Unión, tuvo lugar en París una cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que incorporó una serie de innovaciones en la dimensión institucional, recogidas en el artículo 14 de la Declaración: se eleva el nivel político de las relaciones de la UE con los socios mediterráneos, se aporta una apropiación compartida más profunda a nuestras relaciones multilaterales y, por último, se hace que estas relaciones sean más concretas mediante nuevos proyectos regionales y subregionales que afecten a los ciudadanos de la región. En esta cumbre, que en su Declaración refuerza el carácter complementario con el Proceso de Barcelona —aparte del mencionado artículo 14—, se


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