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37 Felipe Santos Rodríguez La comunicación estratégica (Stratcom) en los conflictos modernos: el caso de Afganistán determinados por la raza, la religión o el territorio; y la dinámica, que pasa a ser global, gracias a su proyección mediática.4 Michael Ignatieff, en su libro sobre la guerra de Kosovo, librada ocho años más tarde, afirma, en la misma línea, que la guerra de 1991 fue en realidad “la última de las guerras antiguas”: Movilizó una enorme fuerza terrestre y el vasto apoyo logístico necesario para mantenerla, y se libró por el motivo clásico, revertir un claro ejemplo de agresión territorial a un Estado miembro de las Naciones Unidas.5 Las nuevas guerras han limitado la extensión geográfica de su teatro de operaciones y, sin embargo, su alcance psicológico tiene ahora rango mundial y se ejecuta a una velocidad creciente. Cualquier operación de la Segunda Guerra Mundial, como el propio Desembarco de Normandía, llegaba al conocimiento de la opinión pública de Estados Unidos a los dos o tres días de haberse producido. Cuando en la Quinta Avenida de Nueva York se celebraba con los puños apretados el avance de las tropas aliadas, en el norte de Francia ya hacía varios días que los soldados se sabían en una posición fuerte desde donde organizar la recuperación del terreno al ejército nazi. Tras la Guerra del Golfo, dos factores alteraron el escenario que iban a condicionar la evolución de estos nuevos conflictos: el nacimiento de otros canales globales por satélite y la expansión de Internet. Los avances tecnológicos en telecomunicaciones y su diseminación a lo largo y ancho del planeta empezarían a cambiar profundamente las reglas de las relaciones internacionales. Por un lado, habían facilitado la transferencia de ciencia, tecnología, información e ideas desde los centros a las periferias de poder. Por otro, facilitaban la eclosión de un nuevo tipo de influencia, la cultural, el llamado soft power. Un concepto que Joseph Nye había empezado a trabajar en 1990, tras el final de la Guerra Fría, pero que cobraba actualidad e intensidad a medida que pa-saban los años. Los canales tradicionales de la diplomacia daban paso a recursos de información y comunicación ampliamente accesibles a actores no gubernamentales. Por primera vez se enfrentaban 30.000 ONGs frente a 200 estados, organizaciones internacionales y grandes corporaciones multinacionales. El estado, como tal, empezaba a dejar de tener el monopolio de la información. La comunicación global estaba redefiniendo la política en términos diferentes a los que hasta ahora habíamos conocido. La aparición en liza de un modelo alternativo de poder, el soft power o poder de atracción de los estados, frente al hard power o el poder de coerción (militar) y de pagos (dependencia económica), replanteaban el tablero de 4  KALDOR, M. Las nuevas guerras. Violencia organizada en la era global. Barcelona: Tusquets, 2001, pp. 15-28. 5  IGNATIEFF, M. Guerra virtual. Más allá de Kosovo. Barcelona: Paidós, 2003, p. 12.


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