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LA LEGION 521

>> Historia Sobre estas lineas el alferez D. Antonio Navarro Miegimolle, laureado de La Legión. Navaciones, A la derecha orla de la 28ª promoción de la Academia de Infantería a la que pertenecía el alferez Lopez Hidalgo. 50 ciones,cabdillo sobre la gente del rey en las batallas” El autor de las Cántigas supo adivinar la función social que la historia reservaba al alférez, y supo matizar su fuerza guerrera sin presunciones huecas como el motivo podía haber requerido. Dio a la palabra alférez el aire blasónico que llegó hasta nosotros y también la responsabilidad alegre de la milicia. Porque si los alféreces viajaron siempre al son de tambores y clarines, fue porque viajar con música de guerra es siempre viajar con gloria. INTRODUCCIÓN En la excelsa y gloriosa nómina de 23 laureados de La Legión, fi guran dos alféreces de infantería que con su heroísmo sin límites y derrochando un valor a toda prueba, se hicieron acreedores a la prestigiosa Cruz de las Rojas Espadas orlada de Laureles. Sus nombres ya fi guran escritos con tinta indeleble en el “Libro de Oro” de La Legión: D. Antonio Navarro Miegimolle y D. Manuel López Hidalgo. De trazar la semblanza biográfi ca del primero (alférez Navarro) se ha encargado el subteniente de infantería D. Antonio García Moya, en un documentado libro, pleno de pasajes heroicos y distinguidas acciones de campaña en las que intervino el joven ofi cial hasta el día de su gloriosa muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1925, en el asalto y ocupación de Monte Malmusi. Del segundo de estos dos heroicos ofi ciales (alférez López Hidalgo), y en entrañable testimonio de admiración, respeto y cariño hacia el mismo, son fi el refl ejo las siguientes y mal hilvanadas líneas. PROEMIO Alférez es palabra de aire blasónico. Etimológicamente tiene algo de muchos idiomas, viajó siempre al son de tambores y clarines y fue trasladándose de continente a continente, formando parte de oleadas civilizadoras. En todo caso su Patria ha sido siempre la guerra. En realidad, alférez es el padre de todos los cargos y grados de la milicia. No había generales, ni coroneles, ni capitanes, ni tenientes, cuando el alférez puso a la gloria por timbre de su empleo. Había un señor: el Rey, y después estaba él, como alférez mayor del reino. Y esto ya es un mérito porque la antigüedad en la milicia cría grados como las buenas soleras. Es distinguido hasta ser sólo atributo de reyes, y es, por encima de todo, símbolo del valor y del arrojo en cuyas cosas imita al águila. Y ahora, casi en nuestro tiempo, alférez fue en suma el sudario con que se enterraron los mejores y el manto que vistieron en la guerra los que sin morir, inspiraban valor, poesías y can- como las fi guras legendarias del Cid y de Pelayo. Que es símbolo del valor y del arrojo nos lo muestra su vieja prosapia que se pierde entre los incrédulos guerreros mitológicos. Él fue, como primogénito de la guerra, el que hizo que al viento tremolasen las banderas, porque antes que él las banderas no existían. El cónsul Mario no quiso nada con los animales terrestres. Fiero es el león y el jabalí, pero su fi ereza no surca los mares y su poder está sólo en la tierra. Por eso Mario, siendo cónsul en las legiones romanas, ordenó a sus legionarios que no se pudiese luchar sin una primera y principal enseña que tenía que ser la que por insignia llevase el águila, y a quien por ley de agüeros habíanse de rendir grandes reverencias. Y de águila nació la génesis de alférez, porque al legionario que más se había distinguido en los combates y le había correspondido el honor de llevar el águila, llamaban los romanos “aquilifer”. El viento de los años acarició muchas veces la palabra nueva hasta transformarla como transforma y acaricia las dunas en el desierto. Y así del primitivo “aquilifer”, quedó limpio y sin recovecos fi lológicos, el pulcro y valiente vocablo de alférez.(1) Nadie mejor que el Rey Sabio interpreta el espíritu magistral de los alféreces en un capítulo de Las Partidas: “Al alférez pertenece guiar las huestes y el Exército, cuando el Rey no va en él en persona. Él es, el que debe llevar la señal siempre que el Rey tuviese batalla campal. Antiguamente, solía ser quien castigaba a los Grandes, por eso trae la espada delante de él, en señal de que es la Justicia Mayor de la Corte. Así mesmo, debe amparar a los desvalidos. Conviene por lo mesmo que sea de noble linaje, leal al Rey al Reino y de buen entendimiento para jusgar los pleitos grandes que ascaecen en el Exército. El Alférez debe ser muy esforzado e inteligente en el arte de la guerra, pues él ha de ser el mayor


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