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LA LEGION 531

>> Reportaje Central tras su teniente, que, sable en mano, se lanza a desalojar al enemigo. La lucha al arma blanca es tremenda, pues los moros se protegen entre las rocas y hay que sacarlos de su escondite. El teniente Arredondo lucha a mandobles con tres rifeños que le rodean, derribando de un certero golpe a uno de ellos. Los otros, asustados por el valor de aquel hombre que lucha como un coloso, huyen precipitadamente. Uno de sus hombres descubre que el teniente está herido en la ingle, manando abundante sangre y así se lo hace saber. “¡Calla! –Le dice-. No es más que una pedrada”, y volviéndose hacia sus hombres, tremolando el sable ensangrentado, exclama: “¡Otro empujón más y no volverán más a estas piedras!”, al tiempo que nuevamente corre al frente de su sección y vuelve a cargar con el mismo empuje. Su asistente, asustado, le vuelve a decir a su teniente que la herida que tiene en la ingle no es una pedrada, sino una herida de bala, a lo que el teniente Arredondo replica: “No digas disparates. Y no hables con nadie de mi herida, Ya lo sabes, no es más que una pedrada. Aguanto bien, y no es momento de pararse a curar un tiro sin importancia”. Por tercera vez vuelve con sus hombres a desalojar al enemigo que hostiga sin tregua a las tropas en retirada. (OYDORUGHVXVR¿FLDOHVQRVyORHVWLPXODVLQR que enorgullece a los soldados que, contagiados de su valor, cada uno se transforma en un héroe que lucha sin regateos. Una bala ardiente ha herido gravemente a Arredondo en una ingle, pero sigue combatiendo KDVWD HO ¿QDO \ FXDQGR HO HQHPLJR VH UHWLUD aún le sobran valor y fuerzas para reunir lo que queda de su sección y se repliega con ellos, cargando sobre sus hombros a alguno de sus soldados heridos, a pie, hasta Tetuán. De la humildad y naturalidad con que asumía su propia grandeza, da exacta idea la nota que desde la camilla en la que le llevaban al quirófano escribió a su hermano Juan: “Me han herido de gravedad en la cadera, saliendo la bala por debajo de los riñones, pero estoy tranquilo y contento por haber cumplido con mi deber y permanecer en mi puesto. Puedes estar orgulloso de mí. Prepara a mamá para que no sufra. Pese a que no he hecho más que lo que debía, me proponen para una Laureada”. No cabe mayor ejemplo de heroísmo, abnegación, entrega a la misión y dedicación a sus subordinados. Treinta días sumido en el lecho del GRORUOHFXHVWDQD$UUHGRQGRHOSDJR¿HODVXKH roica hazaña. Pierde un riñon y sufre sucesivas UHFDtGDVKDVWDTXH¿QDOPHQWHHQVHLQFRU pora al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla, de guarnición en Tetuán, unidad en la que, pese a la brevedad de su destino, tomó parte en ocho acciones de combate, mereciendo ser nombrado como distinguido en la orden del Cuerpo y recompensado con la Cruz del Mérito Militar con Distintivo Rojo, lo que acrecentó su IDPDGHR¿FLDOYDOLHQWH\VDFUL¿FDGR En 1917 es ascendido a capitán y pasa destinado a la península, donde permanece hasta septiembre de 1920; en ese momento, de la imaginación de un maravilloso loco soñador, está surgiendo una de los obras castrenses más sublimes de la historia: La Legión. Su fundador, el teniente coronel D. José Millán- Astray Terreros, que ha sido uno de sus profesores en la Academia de Infantería, le llama para incorporarle a la élite que compondría el SULPHUJUXSRGHR¿FLDOHVGHOUHFLpQFUHDGR7HU cio de Extranjeros. “Arredondo, escribe Millán- Astray, necesito tu entusiasmo”, y le promete VXIULPLHQWRV VLQ ¿Q HQ SULPHUD OtQHD GH FRP bate, probablemente la muerte y la gloria, si es capaz de merecerla. Y Arredondo no supo negarse. Así, el 1 de octubre de 1920 se incorpora a La Legión, que había sido creada por Real Decreto de SM el Rey Alfonso XIII en enero de ese mismo año, y que había recibido a sus primeros legionarios el 20 de septiembre, fecha que se tomará desde HVHPRPHQWRFRPRODGHVXIXQGDFLyQR¿FLDO A esta tarea ilusionante se incorpora el capitán Arredondo cuando recibe el encargo de organizar la 1ª Compañía de la primera Bandera que acaba de nacer. Los siguientes meses los pasaría dedicado a la instrucción y mando de esa primera unidad de La Legión. Pero la suerte de La Legión estaba echada y Arredondo se ve involucrado en las primeras operaciones serias; desde mediados de abril forma parte de las columnas de Castro, Girona y Sanjurjo, con las que, a pesar de no serle asignada la vanguardia que su jefe reclamaba constantemente, La Legión sufre Abajo. Uad Lau, diciembre de 1920: sobre el uno el alférez Montero Bosch; en la puerta el capitán Arredondo Acuña; sentado, el teniente Torres Menéndez; capitán Valcázar Crespo; detrás, teniente Calvacho; teniente Toribio Marco; comandante Franco y veterinario León. 32 531 · II-2015


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