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LA LEGION 531

HisLtiobrrioas < <<< Actividades << jo, con la misión de ir recuperando los enclaves y posiciones perdidas y dar cristiana sepultura a los restos de tantos soldados españoles caídos en su defensa. Ni que decir tiene, que junto a los “Regulares”, va a ocupar la vanguardia de esa columna el Tercio de Extranjeros. Y en él, como “agente de enlace” del comandante Franco, se encuentra el legionario de 2ª D. Carlos Micó España. Durante el mes de agosto y primeros días de septiembre de 1921, el Tercio, a las órdenes de Millán- Astray asiste a la protección de convoyes sosteniendo nutrido fuego con el enemigo, y tomando a punta de bayoneta los blocaos de Tiquil-Manin, Mezquita y Ait-Lairia, junto a otras muchas acciones de guerra, en esta interminable de Marruecos. Al inicio del mes de septiembre, nuestro protagonista Carlos Micó, para dar un mayor y real impulso a la obra que está escribiendo, solicita del Jefe del Tercio, la correspondiente autorización, para que, en su calidad de “agente de enlace” proceda a cursar visita a los distintos destacamentos y blocaos guarnecidos por legionarios, para vivir en persona junto a ellos la dura vida de campaña, que luego UHÀHMDUiHQVXV³&DEDOOHURVGH/D/HJLyQ´3URYLV to ya de la correspondiente autorización, empieza Micó su periplo guerrero-literario por la “Tercera Caseta”, uno de los destacamentos que manda su amigo el teniente D. Gerardo Imaz Echevarri, al que en privado tutea y con el que convive, junto a sus legionarios, durante tres días con sus noches. Al atardecer del tercer día y antes de que la noche tienda su negro manto sobre el límpido cielo africano, pide Micó permiso a su amigo Imaz para abandonar la posición y trasladarse a la de Sidi Hamed El Hach, que se encuentra en la falda del Gurugú a unos dos kilómetros del Atalayón. El teniente Imaz lo despide con un abrazo, a la par que ordena salgan con él, protegiéndole durante el camino, una escuadra de cuatro legionarios. Al llegar a la nueva posición, despide Micó a su “escolta” y tras darles las gracias les estrecha la mano y les entrega un paquete de cigarrillos para que se los fumen durante el regreso. A las puertas de la posición, y saliendo fuera del recinto alambrado, sale a recibirlo el teniente D. Ignacio Olavide, también su gran amigo, a quien Carlos abrazo con efusión y saluda diciéndole “Dios te conserve el humor y la vida querido Ignacio, para ejemplo de los caballeros militares y para que yo no tenga pena, ni tus padres que llorar”. La posición de Sidi Hamed se FRQ¿JXUDFRPRXQDWRUUHDPSOLD\DOWDVLWXDGDHQ medio de un corralón amurallado y guarnecida por una compañía de La Legión, reforzada por otra del Regimiento de “Otumba”, con una sección de ametralladoras y una batería del Sexto Ligero de Artillería. Caída ya la noche el fuego enemigo se hace patente en la posición y empiezan a caer las primeras bajas. El teniente Olavide y el legionario Micó, asomados a las aspilleras de la tapia, responden al fuego armados cada uno con un fusil. De repente una granada enemiga pega sobre el tapial un poco por debajo de donde se encuentran, los derrumba y envueltos entre cascotes y escombros los arroja fuera de las alambradas. Afortunadamente, algún legionario que los vio caer se lo comunica al jefe de la posición, que les permite franquear la entrada y comprobar con gran alegría, que aunque magullados y doloridos, ni Olavide ni Micó han sufrido herida alguna. Un verdadero milagro. A la caída de la tarde del siguiente día “En esa hora solemne (escribe Micó) del Angelus, en la que la España campesina supongo rezará por nosotros, me acomete el deseo de salir de allí, de variar el panorama emocional, de ir, en una palabra, a la Tercera Caseta de nuevo, o al Blocao de la Muerte, o al Atalayón, a experimentar nuevas sensaciones que contarte, querido lector”. Concedida la autorización pertinente para abandonar la posición por parte del jefe de la misma, el capitán Franco, primo hermano del comandante del mismo apellido, con su famosa “libreta de campaña” llena de notas y apuntes, Carlo Micó abandona Sidi- Hamed protegido de nuevo por una escuadra de cuatro hombres, tras despedirse del capitán, del teniente Olavide y de todos los legionarios y soldados que lo guarnecen, y después de bajar unas lomas en la que está enclavado, pone rumbo a la Mar Chica camino del Atalayón, al que llega ya bien entrada la noche del 14 de septiembre. A su llegada es recibido por el teniente Eduardo Agulla, con quien charla amistosamente fumando un cigarrillo y el que en un rapto poético-sentimental levanta la mirada a lo alto y dice con énfasis “¡Oh lindas y hermosas estrellas de oro que también alumbráis mi pueblo! ¡Saludad a mi buena madre, besadla en la frente, y decidle que aún vivo y que mi corazón se acuerda de ella! “. ¿Es que tenía el tácito presentimiento de que su vida sería corta? Porque tan sólo unos días después el teniente Agulla halló la muerte gloriosamente en el campo de batalla. (2) La mañana del 15 de septiembre (1921), la pasa Carlo Micó en el Atalayón junto a su amigo Agulla, charlando con los legionarios, interesándose por VXV YLGDV \ DQRWDQGR HQ ¿Q WRGD FODVH GH GHWD lles que le puedan ser de utilidad para su obra. Ya en la atardecida, se observa que los rifeños han desencadenado un nutrido fuego de cañón contra 531 · II-2015 47


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