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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013

Localización de la ciudad de Targa En 1916 se inició en España un movimiento asociacionista entre los militares de las Armas y que originaría las Juntas de Defensa, de Oficiales y de Tropa1, o Comisiones Informativas como se llamaron al ser legalizadas; estas juntas poco tenían que ver con las creadas en el seno de los Cuerpos Facultativos a finales del XIX. La finalidad de estas nuevas juntas fue el intentar mejorar el porvenir, condiciones de vida y estado social de sus asociados2. La historia de estas asociaciones no es objeto de este corto artículo pues su devenir ya fue tratado por el general de brigada don Carlos Blond Álvarez del Manzano en un artículo publicado en el número 832 de la Revista Ejército, de julio/ agosto de 2010. En los años veinte (del pasado siglo) España estaba volcada en la ocupación y pacificación de su zona del Protectorado marroquí, lo que requería de un gran esfuerzo militar y económico. Las principales reivindicaciones por las que lucharon las juntas nacidas del movimiento asociacionista de 1916 fueron la instauración de la Escala Cerrada, los ascensos por antigüedad suprimiendo los ascensos por méritos de guerra, la reducción en el número de concesiones de recompensas con motivo de acciones de guerra y la reducción de la influencia del Rey en la concesión de destinos. Pronto, el estamento militar, y la sociedad en general, se dividió entre «junteros» y «africanistas». La influencia que llegaron a tener los «junteros» llegó a su máximo exponente cuando consiguieron que se aprobase la Ley de Bases para reorganización del Ejército de 1918 (Ley de 29 de junio de 1918). Esta ley reconocía como única forma de ascenso la antigüedad, aunque en casos muy excepcionales reconocía el ascenso al empleo inmediato como recompensa (Bases 9 y 10 de la Ley 1918). También consiguieron que los destinos fueran en su mayoría por antigüedad, incluidos los del Ejército en África3, y que se redujera el número de recompensas concedidas por acciones de guerra o campaña. Las normas aprobadas y la constante necesidad de mandos en el Protectorado provocaron que no fuera un destino atractivo: sin posibilidad de ascenso ni de recompensas y verse destinado de forma forzosa. Evidentemente el malestar y el desánimo surgieron enseguida en el seno del Ejército en África. El general don Francisco Gómez Jordana, Alto Comisario del Protectorado entre 1915 y 1918, en una famosa carta firmada el 18 de noviem- 108 REVISTA EJÉRCITO • N. 870 OCTUBRE • 2013


EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013
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