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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013

REVISTA EJÉRCITO • N. 870 OCTUBRE • 2013  115 EL DESAFÍO DE LOS ISLAMISTAS EN EL NUEVO EGIPTO Carlos Echevarría Jesús. Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED Con la intervención en el proceso político de las Fuerzas Armadas egipcias el 3 de julio, estas afirmaron que su intención no era otra que poner freno al acelerado proceso de deterioro en el que se encontraba sumido el país desde hacía algunos meses. Con ello se cortaba el paso a unos Hermanos Musulmanes cuya marca electoral el Partido para la Libertad y la Justicia: PLJ gobernaba desde 2012, y que a partir de dicha intervención militar han entrado en un proceso en el que han acabado siendo ilegalizados, a principios de septiembre, lo que obliga a plantearse no pocas incógnitas sobre el futuro político y de seguridad de este importante Estado árabe. UN AÑO EN EL PODER: EL DETERIORO DE LA SITUACIÓN Una simple operación aritmética permitía hasta hace poco asegurar que la conquista del poder por los islamistas en Egipto desde que el PLJ ganara las presidenciales de junio de 2012 y que, junto con los salafistas, dominara el 70% del Legislativo era algo irreversible. Precisamente la propia naturaleza islamista tanto del PLJ como de los salafistas de Al Nur llevó a ambas formaciones a considerar, muy en la línea de los actores de dicho perfil, que su control del juego político estaba ya asegurado lo que les permitiría imponer, por fin (tras décadas de existencia de la Hermandad, fundada en 1928) y al ritmo más acelerado posible, su modelo a toda la sociedad egipcia y, en buena lógica, expandirlo más allá de sus fronteras. El afán por interrelacionar su modelo con el de actores foráneos de idéntica orientación se ha verificado en todo este año de Mohamed Mursi en la Presidencia, tanto en lo que respecta a sus vecinos de Hamas en Gaza como al apoyo a los pujantes islamistas libios y tunecinos o a los sectores más islamistas de entre los opositores al régimen sirio de Bashar El Assad1. La susodicha arrogancia propia de los islamistas se hizo evidente durante su ejercicio del poder en diversos momentos clave, que sumados todos ellos ayudan a explicar la profunda división creada en la sociedad. Esta había votado masivamente islamista en los sucesivos comicios celebrados tras el derrocamiento de Mohamed Hosni Mubarak, aunque parte de ella no estaba dispuesta a aceptar el ritmo de la transformación pretendida por el PLJ con el apoyo y la presión de Al Nur. La imposición de una Constitución influida por el islamismo dominante; la creciente tensión entre sectores islamistas y la importante minoría cristiana copta (algo menos del 10% de la población); el deterioro acelerado de la situación en el norte del Sinaí con el incremento de las acciones terroristas protagonizadas por yihadistas salafistas; la deriva islamista de Mursi en su política exterior (aprovechando sobre todo el conflicto sirio) y medidas escandalosas como el nombramiento de antiguos terroristas como gobernadores regionales ya en mayo y junio coadyuvaron a este deterioro. Además, y mientras todo esto se producía, el PLJ no obtenía resultados visibles en términos de mejora de la situación económica, frustrando a muchos que habían confiado en las repetidas promesas electorales de unos islamistas tradicionalmente apartados del juego político, y por ello no manchados por la corrupción, y que además se presentaban como puristas desde su manipulación del discurso religioso. EL REFORZAMIENTO TRAS EL 3 DE JULIO DE SU DESAFIANTE ESTRATEGIA Y LA RECUPERACIÓN DE LA CLANDESTINIDAD Aunque los dirigentes de Al Nur habían aparecido en televisión junto al general Abdelfatah Al Sisi, apoyando ostensiblemente la irrupción de las Fuerzas Armadas en el juego político el 3 de julio, importante es destacar una doble realidad: que la actitud de dicha dirección se explica en términos de estrategia política, por


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