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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013

exacerbación de las diferencias, así como una exclamación de la superioridad de las características de identidad propias. Si se continúa por esa vía, se puede llegar a la aceptación de la inferioridad del otro, incluso su deshumanización, lo que hace ya posible dinámicas genocidas y asesinatos masivos a manos de, hasta ese momento, pacíficos ciudadanos. FALTA DE IDENTIDAD Tampoco podemos obviar que la falta de una definición de la identidad de los individuos puede provocar su búsqueda desesperada por la pertenencia a un grupo. Es el fenómeno que ocurre en la actualidad con los terroristas que emulan o se asocian a Al Qaeda. Muchos de ellos provienen de entornos educativos y socializadores occidentales, lo que es en sí mismo un contrasentido para las tesis de conflicto por diferentes identidades. Nos hallamos ante individuos educados y nacidos en Occidente, incluso en familias laicas, pero que no terminan de encontrar en su entorno una identidad con la que agruparse. Ocurre particularmente en Europa, donde se ha difuminado el sentimiento integrador de pertenencia nacional, y muchos jóvenes buscan en una religión con la que apenas han tenido contacto hasta el momento, la forma de sentirse parte de «algo más». Su unión (real o virtual) a un grupo como Al Qaeda les da un fuerte sentido de pertenencia, al tiempo que les hace partícipes de un proyecto superior en lo moral y en lo histórico. La religión constituye un leitmotiv más que un motivo. Así, mientras que podemos poner en tela de juicio los conflictos grupales por razones exclusivamente identitarias, resulta que debemos plantearnos que gran parte de los ataques terroristas sufridos en Occidente surgen de un vacío de identidad en el individuo. CONCLUSIONES Los objetivos políticos de las guerras recientes están relacionados con la reivindicación del poder sobre la base de identidades tradicionales: nación, tribu, religión, etc. Se ha generado la idea de que este es un proceso natural de reacción ante una globalización homogeneizante. Nada más lejos de la realidad. Las identidades culturales solo se traducen en conflictos políticos cuando líderes de grupos, culturalmente definidos o no, suscitan pretensiones políticas desde posiciones de poder o de contrapoder. Aunque resulte obvio, debemos remarcar que lo que se enfrenta en conflictos de identidad son grupos humanos o sus dirigentes. Las culturas no se enfrentan; se pueden enfrentar hombres por razones culturales, reales o como pretexto6. El potencial movilizador del carácter identitario se basa en que se presenta implicando valores y no intereses, lo que atribuye un plus de legitimidad a la reclamación, y termina, por el mismo motivo, dificultando soluciones de compromiso. Los líderes, además, terminan identificando su propia persona con el conjunto representado, por lo que cualquier ataque o intento de desenmascarar sus pretensiones personales se muestra como una afrenta a todo el conjunto. El «yo» del líder se convierte en el «nosotros», lo que termina resultando un obstáculo insalvable para cualquier solución de acuerdo que no contenga el total de los intereses de la élite promotora de la acción. Ante estas actitudes, es necesario recordar que las personas tienen una identidad cultural (en realidad, varias), pero las culturas y las identidades no tienen a las personas. La pertenencia a un grupo cultural es una circunstancia de la que no se derivan necesariamente imperativos morales. Y por presuntamente elevados que sean los principios grupales, su desarrollo político, sus Las identidades culturales solo se traducen en conflictos políticos cuando líderes de grupos, culturalmente definidos o no, suscitan pretensiones políticas desde posiciones de poder o de contrapoder 24  REVISTA EJÉRCITO • N.870 OCTUBRE • 2013


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