Page 92

EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013

juga, del que, a continuación, se pueden extraer importantes corolarios para la mejor comprensión de la profesión militar: La esencia de la profesión militar es la preparación permanente y el empleo eficaz y legítimo de la coerción y, si es necesario, la fuerza letal para conseguir el éxito en el cumplimiento de la misión asignada, la victoria en el enfrentamiento, como servicio público para la seguridad nacional. ¿Y ENTONCES, QUÉ? De la literalidad del enunciado anterior y de la forma de alcanzarlo se desprenden directa e indirectamente algunas ideas que son coherentes entre sí y con esta expresión, que facilitan el entendimiento de la profesión militar. En primer lugar, consecuente con el término profesión, surge el esfuerzo permanente de preparación, que debería constituir la mayor parte de la actividad de un militar. Hoy en día, la búsqueda de la eficiencia y el afán de actividad conducen a valorar en exceso el desempeño de tareas reputadas como «productivas», como puede ser el trabajo en órganos centrales, de mando y cuarteles generales en todos los niveles, desplazando el adiestramiento y sobre todo la enseñanza. Sin embargo tales cometidos, si bien imprescindibles, tienden a absorber más recursos de los necesarios, cayendo en una hiperactiva indefinición que gira en el vacío, muchas veces un esfuerzo baldío de gestión y producción normativa hasta el último detalle en constante cambio y revisión. La preparación es tan importante que, con que se demuestre eficaz solo en una ocasión en la vida, en combate y frente a la muerte, ya vale más que toda la burocracia de tiempo de paz, por necesaria que sea. El día a día de la profesión militar es la preparación: si la disuasión permite evitar el conflicto, solo con estar preparado ya se cumple la misión. Aun así, la preparación no tiene como objetivo la mera disuasión, sino la eficacia en el empleo de la fuerza cuando llegue el momento. Preparación y empleo son acciones esenciales de la profesión militar. Porque el primer propósito de la fuerza es que, cuando llegue el momento, su empleo sea eficaz. Para ello, primero hay que vencer; para que la victoria sea realmente útil, tiene que ser legítima. No hay sustituto para la victoria. No existe el combate caballeresco. Cuando se traspasa el límite de la diplomacia para llegar al uso de la fuerza, no hay vuelta atrás ni gradación posible, sólo vale ganar. Ganar es el primer objetivo. Pero ganar no es suficiente. Se puede vencer con un uso excesivo de la fuerza, provocando más muerte y destrucción de la imprescindible para lograr el objetivo que se pretende. Ese exceso, aunque suponga ventaja militar, resta legitimidad a la victoria. La legitimidad no solo proviene de la eficacia en la victoria. Es imprescindible el respeto a las leyes y usos de la guerra en el modo de alcanzarla, mediante un sólido conocimiento e interiorización de la ética militar profesional. La ética es lo que distingue al combatiente legítimo, al soldado profesional, del mercenario, el insurgente o el terrorista. Es la que convierte la victoria militar en un beneficio para la sociedad a la que se sirve. La misión incluye riesgos y puede causar daños y muerte, ajenos y propios. Por eso la formación de los cuadros de mando no se puede reducir solo a una carrera universitaria o técnica; la instrucción del militar de tropa no es como la de policías y bomberos: no puede ser solo mecánica y procedimental. Enfrentarse al riesgo, a la muerte, recibida o causada, no es natural ni instintivo; requiere preparar la mente y curtir la personalidad con ardor guerrero. Hacerlo de forma legítima exige extremar la prudencia y serenar el juicio con valor. El militar es quien debe reunir todas estas cualidades tan difíciles de conciliar. No basta con estudiarlas, hay que vivirlas. No basta con el instinto de combate, hay que razonar. La valentía se adquiere, se perfecciona y se debe demostrar, pero no es irreflexiva. El punto de partida es la existencia de un ejército permanente, como institución del Estado, organizado y dotado de los recursos necesarios. La eficacia en la victoria no solo debe residir en la profesión, es toda la institución la que la hace posible, su organización, material, personal, preparación y moral de victoria. Por eso lo militar no puede quedarse en una ocupación funcionarial. Ese ejército permanente, al fin y al cabo, pertenece a una sociedad, la nuestra la española, con su historia, sus tradiciones, su carácter y su lugar en el mundo. El cumplimiento de la 92  REVISTA EJÉRCITO • N. 870 OCTUBRE • 2013


EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 870 OCT 2013
To see the actual publication please follow the link above