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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

178 FERNANDO CALVO GONZÁLEZ-REGUERAL Fuller, auténtico cerebro del éxito inicial de Cambrai, se lanzó a elaborar un proyecto más ambicioso, el Plan 1919, tendente a lograr una ruptura decisiva caso de prolongarse la guerra más allá del año 18, esta vez sí con carácter estratégico y bajo un lema: «La persecución es el dividendo de la victoria». Se tiende a pensar que el número de carros empleados en la Primera Guerra Mundial por los anglo-franceses fue relativamente escaso, pero en realidad se produjeron y emplearon centenares de unidades, por lo que el plan de Fuller hablaba de miles de tanques no solo para romper el frente, sino especializados y en escalones, con tropas transportadas que seguían a los carros de combate de vanguardia, vehículos de mando, de trasmisiones, de zapadores, artillería autopropulsada, etc. Todo ello con una cooperación aérea de tipo táctico que favoreciera el avance y ayudara a proteger los flancos de una penetración profunda pero estrecha. Buen conocedor de la máquina que acababa de nacer, abogaba por un carro mucho más veloz, por tanto, menos mastodóntico que los conocidos, y dotado de un arma de tiro rápido con preferencia por los grandes calibres (carro que la industria británica ya estaba a punto de poder producir en cantidades en el Medium D Tank). Esto era la Blitzkrieg con veinte años de antelación, si bien quizá la técnica todavía no estaba a la altura de los sueños del visionario21. Y en este planteamiento estaba el jefe de Estado Mayor cuando le sorprendió el armisticio del 11 de noviembre… Unos meses después, Fuller volvía a casa con una clara conclusión: de julio a noviembre de 1916, el Ejército imperial había tenido 5.277 bajas por milla cuadrada ocupada; en el mismo período un año después, 8.222; y en el mismo período del último año de la guerra, solo 86: «Únicamente en el tercer período se usaron los carros con eficiencia»22. El Alto Estado Mayor Imperial no iba a sacar las mismas conclusiones, pero antes de enfrentarse en una lucha feroz a su propio Ejército, Fuller viviría un momento de gloria, su mejor hora: el día del Desfile de la Victoria en Londres, Boney, henchido de gloria, marchó a caballo al lado de su querido general y al frente de una simbólica formación de dos tenientes coroneles portadores de las banderas del Tank Corps que habían ondeado en Cambrai y en el paso del Rin, seguidos todos ellos de cuatro carros y 72 tripulantes23. 21  Fuller manejaba ya en el plan apuntado el concepto de «parálisis estratégica»: «El objetivo principal del ataque es paralizar al mando enemigo y no solo a sus fuerzas combatientes, es decir, atacar a su cerebro y no a su cuerpo» (citado por Trythall en su biografía del autor, pág. 60). 22  FULLER, John F. C.: Máquinas de guerra (traducida por el teniente coronel de caballería DEM don Gonzalo Fernández de Córdoba). Editorial Bibliográfica Española, Madrid, 1945, pág. 51. 23  CHADWICK, Kenneth: The Royal Tank Regiment (con introducción del teniente general sir Brian Horrocks). Leo Cooper, Londres, 1970, pág. 32. Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 157-236. ISSN: 0482-5748


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