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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

224 FERNANDO CALVO GONZÁLEZ-REGUERAL La espiral descendente hacia el abismo había dado una nueva vuelta en forma de una guerra fratricida atroz, repugnante como todo enfrentamiento entre hermanos, máxime si no se concede una sola salida al oponente… Y llegamos a 1914… Ya hemos venido viendo a lo largo del estudio las opiniones de Boney al respecto de esta primera gran guerra, por lo que no nos repetiremos. Yendo a sus consecuencias, Fuller recalca en esta obra que, más atroz que el Somme, más atroz que Verdún, fue la falsa paz de Versalles, pues «una paz impuesta apenas puede ser algo más que un armisticio, como así ocurrió en realidad»60. En cualquier caso, la guerra trajo dos fenómenos en forma de regímenes políticos de signo contrario que representan el máximo de degradación moral alcanzado por esta espiral negativa comenzada, según el autor, en 1789: el comunismo y el fascismo. Ambos movimientos, que irrumpen en la historia de forma natural al haber renunciado la humanidad a limitarse con normas éticas, representan no solo el máximo de degradación, sino que además simbolizan el triunfo y la exaltación suprema de la falta de valores, pues ambos modelos ensalzarán la mentira, la traición, la subversión y la violencia —justificada o no— como parte esencial de su programas ideológicos y vitales. Ponían así las bases para un enfrentamiento universal en el que la hoguera de la guerra entendida en su faceta más brutal iba a devorar a más de cincuenta millones de personas. Fuller nos recuerda el pensamiento de Lenin, válido como exponente de estas dos aberraciones históricas a que estamos aludiendo: «Rechazamos toda moralidad derivada de conceptos inhumanos y anticlasistas. Todo se trata de un engaño, de un fraude en beneficio de los capitalistas …. La guerra no debe valorarse «por el número de bajas», sino por sus consecuencias políticas. Por encima del interés de los individuos muertos y los sufrimientos derivados de la guerra, deben estar siempre los intereses de clase. Si la guerra sirve a los intereses del proletariado como clase y en su conjunto, asegura su liberación del yugo y su libertad para la lucha y el desarrollo, tal guerra constituye un progreso, independientemente de las víctimas y los sufrimientos que ocasione»61. Los ejércitos pasaban de ser maquinarias disciplinadas antaño portadoras de civilización a ser hordas masificadas al servicio de revoluciones carentes de cualquier ética o moralidad superior. La paz había dejado de existir: era solo un «respiro» para preparar la nueva guerra, el estado ideal de los regímenes totalitarios hasta alcanzar sus fines, que no eran sino el exterminio total y absoluto del contrario. La máxima de Clausewitz se daba la vuelta sobre sí misma para convertirse en un macabro, retorcido adagio: la paz es solo la 60  FULLER, John F. C.: op. cit., pág. 137. 61  FULLER, John F. C.: op. cit., pp.183-184. Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 157-236. ISSN: 0482-5748


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