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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

LA INTELIGENCIA MILITAR EN LA PENÍNSULA IBÉRICA... 27 latrava, que le impedían el paso hacia Lerma e intentaban dar con él. De esa manera pudo viajar secretamente hasta Peñafiel, enterarse de forma rápida cuando Alfonso triunfó sobre don Juan Núñez y regresar de forma definitiva a Peñafiel, y de nuevo burlar a sus perseguidores en su subsiguiente huida hacia Valencia53. Durante el sitio de Algeciras, el espionaje continuó siendo de importancia. En octubre de 1342, Alfonso envió al escudero Ruy Sánchez Pavón a Granada para indagar sobre sus ejércitos y las actividades bélicas, utilizando la estratagema de que este último era un supuesto fugitivo en Castilla por haberle robado al maestre de Santiago. Para ayudarle, el monarca lo rodeó de enaciados o individuos con la habilidad de ser traductores y la disposición de obrar a favor de los cristianos. Esta misión rindió fruto no solo en cuanto a los planes de los granadinos, los cuales aparentemente estaban desplazando tropas hacia el río Guadairo, sino que también dio indicios de las acciones futuras de los marroquíes. Por esa razón, se envió a un alfaqueque a Ceuta con la artimaña de estar a la cabeza de una misión diplomática de parte del rey de Castilla a la corte de Abū l-ḥasan. Como parte del protocolo, el alfaqueque tuvo que esperar por un período de tiempo hasta que la corte del sultán determinase que era apropiado otorgarle una audiencia. El agente cristiano no desaprovechó su tiempo, ya que se desplazó hacia los muelles de la ciudad para observar y tomar notas del tamaño y condición de la flota benimerín, y específicamente de su capacidad para transportar tropas a través del estrecho de Gibraltar hacia puertos como Almería o Gibraltar54. Otro mecanismo muy útil para adquirir información era establecer y mantener redes de comunicación secretas y con ello el uso de mensajes secretos. Durante la minoría de Fernando IV, Jaime II utilizó al máximo sus contactos secretos, incluso con rivales políticos de la corona, para investigar a fondo la precaria situación de Castilla, especialmente con don Juan Manuel, con quien mantuvo una larga relación aun después de la mayoría de edad del monarca castellano. El proceso para cultivar estas fuentes y concertar reuniones secretas era muy delicado y, por tanto, se organizaba prestando gran atención a los detalles. En 1303, Jaime II envió emisarios a reunirse con el infante don Enrique, don Juan Manuel, don Diego López de Haro y don Juan Alfonso de Haro, los cuales estaban en sublevación abierta contra el monarca castellano y dispuestos a favorecer las reclamaciones de don Alfonso de la Cerda. Las instrucciones al grupo aragonés no dejaron nada al azar. En primer lugar, la reunión debía celebrarse solamente con los cuatro ricos hombres mencionados o por lo menos con tres de 53  Ibídem, vol. I, pp. 273, 278-79, 282. 54  Ibídem, vol. I, pp. 347, 354, 360. Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 11-40. ISSN: 0482-5748


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