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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 114

328 SALVATORE LEONARDI La armada salió de Mesina hacia el final del mes de octubre y por consiguiente ya fuera de los tiempos programados. En Siracusa —primera etapa del viaje— el uno de noviembre se tuvo muestra de los soldados españoles. El mal tiempo impuso un descanso forzado de un mes, y las enfermedades siguieron haciendo un gran número de víctimas, disminuyendo el contingente en algunos millares de hombres; entre los soldados, riñas y desórdenes estaban a la orden del día. Al comienzo del mes de diciembre se retomó la navegación, pero, superado el Cabo Pássero (al extremo suroeste de Sicilia), otra vez el mal tiempo obligó a las naves a regresar a Siracusa, mientras las galeras alcanzaron Malta, en donde fueron recibidas con grandes festejos. Allí, fue necesario esperar dos meses para que la armada, debilitada por las enfermedades y ulteriormente disminuida por los continuos fallecimientos, pudiese de nuevo juntarse, reforzarse por contingentes frescos de tropas, y así retomar su camino el 10 de febrero de 1560. Algunos días después, se llegó al Seco de Palo, un fondeadero situado entre Trípoli y la isla de Djerba, pero ya los vientos no eran favorables y el factor sorpresa había fracasado. Entre Medinaceli, Doria y los otros jefes de la jornada se disentía sobre lo que había de hacerse: ¿renunciar a la empresa?, ¿modificar el objetivo? Esto, mientras continuaban los fallecimientos por enfermedad y había llegado la noticia de la salida de la armada turca desde Constantinopla. Al final, prevaleció la resolución de renunciar al menos por el momento a Trípoli y de apuntar hacia Djerba, la isla de la lana y del aceite, rica de palmeras, olivos y rebaños, más fácilmente expugnable y reputada una plaza igualmente importante para España; allí se podría asistir mejor y atender a los enfermos, y esperar las naves que de Sicilia y Nápoles llevarían otros hombres, dinero y vituallas. Así, el 7 de marzo se desembarcó en la costa norte de la isla. Los djerbinos —aunque eran hostiles a Dragut— no aceptaron con agrado aquella invasión, pero, después de una primera reacción armada, optaron por colaborar. Medinaceli —no sin críticas y oposiciones por parte de algunos de los otros jefes— mandó hacer una imponente obra de fortificación en torno a un viejo castillo que se alzaba en la ribera, mientras continuaban las enfermedades y las muertes. (Véase figura 3) Las discrepancias (y las solicitudes para dejar sin más dilación la isla) crecieron cuando las noticias sobre la llegada de la armada turca se hicieron más precisas y alarmantes; entre muchas discusiones e incertidumbres, se decidió embarcar a las tropas (el contingente de los caballeros de la Orden de Malta, por orden del gran maestre, que no estaba de acuerdo con las decisiones de Medinaceli, ya había tomado la ruta de su isla). Sin embargo, Revista de Historia Militar, 114 (2013), pp. 273-384. ISSN: 0482-5748


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