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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 893 SEP 2015

y sus municiones, sino que también fueron formando a los españoles que continuarían su labor. Durante este tiempo no existió una estructura orgánica, sino que a estos expertos se les contrataba individualmente, raramente se les reconocía la condición de militar, se entendían directamente con el Consejo de Guerra y no tenían claramente definida su relación con los mandos militares, lo que se traducía en la ralentización y hasta la paralización de sus realizaciones. En el siglo XVI era habitual encontrar oficiales que en unas campañas actuaban como capitanes de artillería y en otras como ingenieros de defensa. Su formación no la obtenían en escuelas especializadas, sino que estas eran auténticas escuelas politécnicas que enseñaban en toda su extensión los saberes técnicos de la época. Los alumnos solían ser profesionales de las armas a los que se añadían algunos paisanos, y tras su salida y varios años de experiencia con un ingeniero reconocido, podían aspirar a que se les otorgase la correspondiente «patente de ingeniero». La primera de estas academias fue la Real Academia de Matemáticas y Fortificación, fundada en Madrid en 1583 y que funcionaría de forma intermitente hasta 1687. Su objeto era formar ingenieros, arquitectos, artilleros y navegantes, para lo que dispuso de profesores como el capitán Cristóbal de Rojas, autor de la primera obra de construcción militar escrita en español, Teoría y práctica de las fortificaciones y de otras obras que mostraban sus conocimientos sobre el armamento, como su Tratado de artillería. 74  REVISTA EJÉRCITO • N. 893 SEPTIEMBRE • 2015 Normalización y diseño de cañones, 1742 En la misma época, el capitán general de la Artillería contrató a un maestro matemático para poner «en pie y al día» la artillería dependiente de él. La designación recayó en el italiano Julián Firrufino al que se encargó en 1592 la creación de una escuela de artilleros en Sevilla, establecida como anexo a la fundición de cañones de bronce de la ciudad. Pero el exponente más destacado de escuela con formación politécnica en este periodo es el de la Real y Militar Academia del Ejército de los Países Bajos, creada en 1675 en Bruselas. Su finalidad era suplir la falta de oficiales cualificados en «fortificación, artillería y morteros». Por su configuración, objetivos, régimen académico y resultados, puede ser considerada como la primera academia militar del mundo, en el sentido moderno del término. Sus alumnos eran escogidos entre oficiales con experiencia en la guerra, que formarían la élite de los ejércitos llegándose a denominarles: «maestros de la guerra»1. De sus aulas salieron no solo el ingeniero general de España sino también el del Imperio Austrohúngaro y el de Inglaterra. Fue su director el general de batalla Sebastián Fernández de Medrano, buen técnico y mejor profesor, que plasmó sus enseñanzas en libros que muestran su doble faceta de artillero e ingeniero como El práctico artillero o El arquitecto perfecto en el arte militar. Para el Cuerpo de Ingenieros Politécnicos esta figura reviste un significado especial, pues encarna ejemplarmente sus especialidades originarias de Armamento y Construcción, y da nombre al premio Muelle de Gibraltar. Cristobal de Rojas, 1608 que cada cinco años se otorga al ingeniero militar


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