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REVISTA GENERAL DE MARINA ENERO FEBRERO 2013

viviDO Y cOnTaDO Y también me señalaba el viejo óleo de Gurrea representando al crucero infanta María Teresa saliendo a mar abierto y lanzándose contra el Brooklyn, y así tantos y tantos recuerdos de esa solitaria y feliz niñez que tuve. Primera etapa del despertar del sueño Tempus fugit, siempre ocurre lo mismo, y la casa de Puerto Real tuvo un paréntesis de unos cinco años en los que poco recuerdo haber estado en ella, por no decir nada. Fueron mis años «africanos» al haber sido nombrado mi padre subgobernador de los entonces llamados territorios españoles del golfo de Guinea, reconvertidos en su última campaña allí, en las provincias de Fernando Poo y Río muni, ya entonces ejerciendo el cargo de gobernador civil. mi hermano tenía una niñera nativa de nombre Francisca, y mi padre, con su habitual sentido del humor tan peculiar en él, canturreaba los estribillos de una canción que decía «...para el Camagüey se me va Panchita…», a los que ninguna atención presté entonces, pero que añadieron otro nombre más a mi base de datos mental, Camagüey, no tardando mucho en descubrir que Camagüey estaba en Cuba, claro. Casi en esa misma época, mi madre sintonizaba una melodía en Radio Ecuatorial bata (La voz de España en Río Muni), que me gustaba mucho, y hablaba de un sitio, Siboney, que yo imaginaba lejos, muy lejos. Siboney… Cuando con apenas 12 años estudio Geografía universal en segundo curso de bachillerato, me entero de que aquellos nombres «mágicos» que dormían en mi cabeza, Cuba, La Habana, Santiago, Siboney, Camagüey… estaban allí, al otro lado del océano, y empiezo a darles representación casi física en mi imaginación a todos ellos. no me suenan a desconocido en absoluto, y se reaviva mi atención e interés por todo aquello que desde mi niñez había venido escuchando como «lo de Cuba». El sueño es real… pero difícil Damos un salto en el tiempo. Estamos en 1974, y yo, embarcado en el Juan Sebastián de Elcano como guardia marina, me veo navegando a mis 25 años por aguas cercanas a Cuba. Hemos salido de nueva Orleans y vamos en demanda de Hamilton, en bermudas. Por la noche pasamos muy cerca de La Habana, tanto que podía ver en la lejanía sus luces. España y Cuba no mantenían relaciones diplomáticas en aquel entonces, así que seguíamos de largo. Allí, apoyado en la tapa de regala, miraba hacia lo lejos y, mezclados con las luces de La Habana, pasaba como en perfecto estado de revista mi infancia en Puerto Real, el recuerdo de mi padre, que entró en La Habana a bordo del 102 Enero-feb.


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