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REVISTA GENERAL DE MARINA ENERO FEBRERO 2013

viviDO Y cOnTaDO de cinco metros uno se ve sobre la estructura del barco. Pude entonces comprobar que mis oídos no se resentían nada, y con una sola vez que soplé por la nariz pinzándomela llegué al fondo sin novedad, algo que puede sonar tal vez ridículo para los practicantes asiduos del submarinismo, pero un inmenso logro para mí, que bajaba mirando a Homerito todo el tiempo, viendo cómo me hacía el okey con la mano, al que yo contestaba de igual, forma hasta alcanzar el fondo. Yo estaba de espaldas al barco, así que cuando me hizo señal de que me girase y apareció delante de mí la mole del cañón, me quedé metafóricamente sin respiración. Tengo ante mis ojos, a unos ocho metros de distancia, los restos del crucero, y me resulta imposible describir las sensaciones que se me pasan por la cabeza. quiero verlo y sentirlo todo, pero tengo que estar pendiente de lo que estoy haciendo, es mi primera inmersión. noto al instructor pegado literalmente a mí y siento cómo me sujeta suavemente por el brazo, lo cual me va dando más seguridad, y voy viendo entre planchas, bitas y engranajes cubiertos de coral, al bisabuelo en la foto del gabinete de Puerto Real, y me parece estar oyendo entre las burbujas de mi respiración la voz de mi padre enseñándome la historia, y me lo imagino sonriente y feliz de verme vivir con tanta intensidad estos momentos. no sé si con un neopreno y bajo el agua se puede advertir una situación en la que los pelos se te ponen como escarpias, pero yo estaba así. Homerito me señala un enorme agujero en una de las planchas de hierro, uno de los producidos por los múltiples proyectiles de los acorazados americanos. Dios sabe cuántas vidas se pudo haber llevado por delante. El Oquendo tras el combate. (Foto: archivo almirante Cervera). 106 Enero-feb.


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