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filas tantos buenos hombres —y, en el futuro espero que mujeres— de una villa del interior que un día decidieron dejar su tierra —tan sólo físicamente y nunca de forma absoluta —para abrazar una profesión que, es necesario decirlo, es muy poco conocida más allá de las visiones románticas, y en muchos casos dulcificadas, que proporcionan algunas películas y libros que hoy circulan por nuestros pueblos y ciudades». Seguidamente quiso recordar una anécdota que reflejaba tanto al hombre como al marino, cuyo compromiso con España y sus obligaciones profesionales presidieron toda su vida: «Cuentan testigos presenciales que mi padre, leonés con cáustico y austero sentido del humor como corresponde, había dicho en alguna ocasión que, si él tuviera que diseñar un escudo de familia para sí mismo, éste tendría como blasón «dos maletas cruzadas sobre campo de dudas». Terminó su intervención con estas emotivas palabras, refiriéndose al acto que les convocaba, después de 22 años, alrededor de la figura del almirante: «…un día, cuando tengamos la oportunidad de reunirnos con él de nuevo, nos podrá decir qué le ha parecido todo esto… Ya lo estoy viendo: «excesivo» dirá «excesivo». Y será una de las pocas veces en que no estaré de acuerdo con él. BIP 63 Entrevista a doña Eva Garat, viuda del almirante Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo Antes de dar por concluido el acto, quisimos conocer las impresiones de doña Eva Garat sobre esta emocionante ceremonia y mantuvimos con ella una distendida charla, a través de la cual nos transmitió su felicidad por haber podido asistir en compañía de todos sus hijos y nietos, a excepción de una de las hijas por encontrarse fuera de España. Nacida en Ferrol hace ochenta y dos años, doña Eva es bisnieta, nieta, hija, madre y también abuela de marinos. Nadie mejor que ella para transmitirnos la experiencia de una vida de dedicación a su marido e hijos y, en consecuencia, a la Armada. A pesar de sus muchos vínculos con la institución, se casó no obstante con un hombre de tierra adentro y sin relación familiar alguna con la Armada, aunque con los años llegara a ser almirante general. Sobre este hecho comenta «mi suegro en realidad sí que quiso ser marino, pero en aquella época se encontró con que la Escuela Naval estaba cerrada, y el legado de la vocación se lo transmitió posteriormente a su hijo». Sobre las diferentes semblanzas que se acababan de hacer acerca de la personalidad de su esposo, quisimos saber cuál era en su opinión la característica más acusada de su personalidad, y que quizás no hubiera quedado reflejada en ellas: «Su característica más acusada era la simpatía, y con ella se ganaba a todo el mundo». También quisimos conocerle desde el punto de vista profesional, a lo que responde con toda la socarronería del gallego: «¡Era un pesado… Nunca me consultaba nada, hacía lo que creía oportuno y lo que más le apetecía… No miraba que tuviera tantos hijos, o que me quedara sola…! En fin, por otra parte —ya sin bromas— Familia del almirante general de la Armada. siempre tuvo mi aquiescencia, porque yo sabía que no debía meterme en su carrera; lo tenía más que asumido». Imaginamos que la vida del marino, que impone una movilidad continua y muchas ausencias del hogar, no debía haber sido muy fácil de llevar al tener tantos hijos, y sobre esto comenta: «A lo largo de nuestra vida tuvimos 24 traslados, con los cambios de colegio correspondientes y todo lo que ello conlleva… Pero todo lo sobrellevamos muy bien». Representantes de la Armada asistentes al acto con doña Eva Garat.


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