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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2014

RUMBO A LA VIDA MARINA por rozamientos, Bernuilli describiendo la mecánica de un fluido moviéndose en una corriente de agua, y Venturi con los efectos de los estrechamientos en la velocidad de los fluidos, son igualmente aplicables en ambos medios. El «¡Eureka!» de Arquímedes lo mismo sirvió en la bañera, donde el griego creyó que pesaba menos que en seco, que modernamente aplicado a un globo aerostático o a un submarino o al gigantismo de una ballena, pero a efectos de la fauna de la mar se impone un obligado comentario: es verdad que el pingüino vuela por debajo del agua porque para desplazarse emplea los mismos músculos que un pato azulón usa para volar por el aire; y que uno lo haga con alas transformadas en aletas y el otro batiendo auténticas alas poco importa, porque ambas aves son producto de la adaptación al fluido en el que se mueven. Pero a la misma distancia «volada», el pingüino realiza un esfuerzo muy superior al del pato azulón. Y aquí reside el quid de la cuestión, porque el agua es un fluido 800 veces más denso que el aire y eso es lo que imprime carácter a la fauna marina, cuyas especies son tan diferentes a las de tierra. Este aumento de densidad es el que permite a los peces y asimilados «flotar» en el medio submarino. También les exime de tener extremidades consistentes en las que apoyarse. Sigamos adujando los cabos sueltos que trenzan la arboladura de la fauna marina. Acabamos de decir que su principal condicionante es la densidad del agua en comparación con la del aire. Y si los océanos ocupan las tres cuartas partes de la superficie terrestre y el 75 por 100 de todas las especies vivas se encuentran en la mar, quiere decir que el ecosistema marino «funciona», aunque «a su manera», claro. La primera diferencia entre la fauna de lo seco y la de la mar podemos establecerla en la configuración de sus propias pirámides tróficas o alimenticias: mientras la terrestre presenta en su base una amplia nómina de productores de energía (árboles, bosques, praderas) repartidos por todo el planeta y capaces de alimentar a un sinfín de herbívoros, desde elefantes a insectos, pasando por jabalíes, antílopes, jirafas, conejos, etc., la mar solo dispone de una sucinta franja litoral donde pueden medrar las macroalgas que alimentan directamente a unos pocos herbívoros, especialmente moluscos (lapas, litorinas, «cañaíllas») y, en el extremo, a la iguana marina de las Galápagos. El grueso de los productores marinos de energía, «nuestros bosques marinos», ya lo dijimos, lo forman las microalgas con un sinfín de especies de diatomeas fotosintetizadoras y unos pocos dinoflagelados que, prácticamente, alimentan a un «único» aunque abundantísimo consumidor primario, como es el llamado genéricamente krill ( son varias especies parecidas a las «quisquillas» y «camarones»). De él se alimenta, directamente o indirectamente a través de escalones intermedios (el pez grande se come al chico), el resto de la fauna marina que, primordialmente, es carnívora: algunas ballenas comen krill exclusivamente, al igual que muchas aves marinas, lo mismo que varias focas y algunos reptiles marinos y una considerable cantidad de peces. Después, mucho ojo, que cuando estás 2014 105


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