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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2014

declarado la independencia de la colonia. Bucareli, alarmado, procedió de modo inmediato a remitir informes al respecto a España. La suerte de la colonia tras la salida de Ulloa fue debatida en la Corte sin más dilación. Grimaldi, que siempre había defendido su posesión, era partidario de recuperarla, aun por la fuerza. En cambio Múzquiz, secretario de Guerra, se inclinaba por su abandono aduciendo razones de tipo económico. La mayoría de los ministros coincidía con el secretario de Estado, dada la importancia estratégica de la zona y del río Misisipi. Consideraban asimismo a la vista de esta experiencia que era necesario el cambio de sistema de gobierno y que debía castigarse a todos los implicados en la revuelta. Carlos III se decidió finalmente por esta solución y por que se pusiesen todos los medios necesarios para ejercer el dominio efectivo de la Luisiana. De este modo, se decidió designar al mariscal de campo Alejandro O’Reilly para recuperar la colonia y asegurar su posesión, organizando una escuadra de dieciséis naves que partió de Cádiz en el mes de abril de 1769 y llegó a La Habana el 24 de junio. Allí la escuadra se reforzó con otras cinco naves que aguardaban en el puerto y zarpó el 6 de julio hacia Nueva Orleans con una fuerza de dos mil hombres a bordo. O’Reilly recibió el mando de manos de Aubry el 18 de agosto de 1769, procediendo de inmediato a arrestar a los principales conjurados. El Consejo Superior y el Comité que habían actuado durante el periodo de independencia transcurrido desde la partida de Ulloa advirtieron que no disponían de fuerzas para resistir, de modo que optaron por enviar una comisión que los representase ante el nuevo gobernador español para que hiciese lo más leve posible los castigos que se avecinaban. Esta comisión estaba formada por La Frenière, el «coronel general de milicias», Marquis y Millet, tres de los principales jefes de la sublevación. Los comisionados intentaron excusarse alegando que la sublevación se había dirigido contra Antonio de Ulloa, ocultando todo lo que pudiese aparecer como signo de independencia o de autonomía y manifestando su lealtad a los soberanos de España y Francia. O’Reilly procedió a indagar los sucesos acaecidos, buscando a la vez granjearse la amistad y la confianza de los indígenas del país y de otros núcleos homogéneos de población, como eran los alemanes y los acadianos. Finalizada la investigación y asegurada la lealtad de los elementos básicos de la colonia, O’Reilly decidió hacer justicia con rapidez, y en la tarde del 24 de agosto ordenó la detención de los supuestos responsables principales de la sublevación, publicando a la vez un edicto indultando a los que hubiesen seguido a los promotores de la rebelión con la finalidad de evitar la alarma entre los habitantes de la colonia. El 24 de octubre de 1769 firmaba el nuevo gobernador la sentencia, decretando la pena de muerte para seis de los acusados (uno de ellos fallecido en prisión), prisión perpetua para uno y entre seis y diez años de prisión para los cinco restantes. Como pena accesoria se imponía a todos el embargo de sus bienes, constituyéndose el 28 de octubre la comisión liquidadora. TEMAS GENERALES 2014 35


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