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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2014

SEMÁFORO DE LA ATALAYA, TENERIFE Luis M. GARCÍA REBOLLO N la Comandancia Naval de Tenerife se conservan dos baúles de caoba con sendas placas de latón, atornilladas en su parte superior, en las que reza la siguiente inscripción: «Semáforo de La Atalaya, Tenerife. La Carraca 1891». Dotados de robustas asas y cantoneras de bronce, sirvieron en su día para proteger y transportar a lomos de animal las banderas y las ópticas del cargo del semáforo de La Atalaya, en las cumbres de Anaga. Del semáforo solo queda un bonito y ruinoso edificio, construido en toba roja del país, a más de doscientos metros sobre el acantilado en el extremo nordeste de Tenerife. Y ahora también estas líneas, porque igual que las malas hierbas, algunas leyendas foráneas han invadido su memoria ocultando la importancia que tuvo en su momento. Es por eso que el decir popular adjudica erróneamente su origen a una compañía extranjera, y el nombre de la Armada se ha desvanecido con el paso de los años entre los tarayes y acebuches batidos por los alisios. No obstante, entendemos que esas piedras rojas, y más que ellas los que las habitaron, merecen unos segundos de atención, de protagonismo, y que por una vez soplemos el polvo de los renglones de tiempo que les tocó vivir. atalayeros de anaga Para hacer justicia a la memoria de los atalayeros, habría que remontarse a los orígenes de la conquista para encontrar los primeros vigías del norte de Tenerife. La posición de privilegio del macizo de Anaga, a barlovento, y el paso obligado por sus proximidades de los buques llevados por los vientos 2014 39


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