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EDUCANDO EN SALUD Por un lugar de la Comunidad de Madrid, de cuyo nombre no podría acordarme aunque quisiera, volaba a bordo del AVE Madrid-Sevilla. Había tenido una mañana de mucho trabajo y me relamía pensando en una buena siesta reparadora de un par de horitas. Benditas horas. Me recosté sobre mi asiento de la clase turista y me dispuse a dialogar con Morfeo. Poco duraría el espejismo. A mi lado, envuelta en un colorido uniforme, una mujer de rasgos asiáticos buscaba entre sus pertenencias un escandaloso artilugio. Sin aparente prisa y sin darse por aludida ante la expectación suscitada, observó una pequeña pantalla durante unos segundos, apretó un botón y estalló en una serie de sonidos impronunciables y disonantes. Se diría que discutía con algún ente demoníaco escondido en las entrañas de su teléfono móvil, cuya superficie apretaba apasionadamente sobre su oreja más cercana a la mía. No paraba de hablar. Se pasó tres cuartos de hora afeitándose el pabellón auricular con aquél impresentable trasto, haciendo caso omiso a los carteles digitales que explicaban en cristiano que se recomendaba bajar el volumen de los móviles y las que se utilizaran para las llamadas plataformas que existían entre los vagones. Mi corazón se puso a la velocidad del tren, respiraba más deprisa, casi a ritmo de rock and roll. Mi ánimo cambiaba. Mi irritación se iba tornando evidente. Por lo menos, mis tímpanos salieron indemnes. El ruido es indefectiblemente un sonido pero, un sonido no deseado y molesto. El ruido puede llegar a dañar la salud humana, produciendo tres tipos de alteraciones en ella: Fisiopatológicas Debidas a cambios en las reacciones fisiológicas normales de los órganos: aumento de la frecuencia cardiaca, respiratoria y de la presión arterial, alteraciones digestivas y neurológicas, falta de coordinación, fatiga, cansancio, estrés y alteraciones del sueño. El ruido en ambiente laboral dificulta la atención y la concentración, aumenta la probabilidad de sufrir accidentes y disminuye el rendimiento intelectual, por eso muchos estudiantes dicen que se concentran mejor de noche. Una situación determinada tiene cuatro características que pueden provocar estrés: La novedad, lo impredecible, aquello que nos induce a pensar que no vamos a poder controlar la situación y, por último, todo lo que represente una amenaza para nuestra personalidad. Curiosamente las dos primeras características se podrían asociar al ruido agudo y las dos últimas al ruido crónico. El ruido estresa. La función fundamental del aparato auditivo en el ser humano es propiciar la comunicación social. Sin embargo, el oído en la evolución de nuestra especie tiene un cometido más antiguo y, desde el punto de vista biológico, mucho más importante: la de ser un dispositivo de alarma. Ante un ruido se desencadena una situación de estrés que provoca una reacción de alerta y acción (ataque o fuga). En mi caso, destruir el móvil 68 BIP de mi querida compañera de viaje o bien saltar del tren en marcha. El ruido produce trastornos durante las horas de sueño y efectos secundarios al día siguiente que sufrirás, sobre todo, cuando tu jefe te tenga que despertar amablemente en pleno trabajo. Para un buen descanso el ruido de fondo no debe exceder de los 30 decibelios. Psicológicas y psiquiátricas Aumento de la irritabilidad, aparición de ansiedad e incluso neurosis y depresión. Podemos encontrar asimismo reacciones afectivas desmedidas o desorientación psíquica, tras un estímulo sonoro importante. Se puede llegar a trastornos graves de la conducta, sobre todo, relacionados con un aumento importante de la agresividad. La capacidad de soportar el ruido y de adaptarse al mismo varía mucho de unos individuos a otros. La percepción del ruido es totalmente personal, independientemente de su intensidad y duración. Un sonido agradable puede tornarse insoportable, según nuestro estado de ánimo. La misma música en determinados momentos puede convertirse en ruido, y no estoy hablando del Festival de Eurovisión. La diferencia del sonido como señal informativa y saludable o como ruido indeseado y dañino, depende tanto de sus parámetros físicos objetivos —medición de decibelios (dB)— como de la modulación subjetiva que hace cada receptor, existiendo una enorme variabilidad individual que va desde los sujetos insensibles a los hipersensibles. Recuerdo a un jefe mío que, cuando acudía a la peluquería y el peluquero le preguntaba: «¿cómo quiere que le corte el pelo?», él siempre respondía: «en silencio, por favor». Una forma sumamente eficaz de aliviar los efectos psicológicos del ruido es la utilización del «ruido blanco » o «sonido blanco». Se trata de un sonido de baja intensidad sin patrón alguno que se caracteriza por el hecho de que sus valores de señal en dos tiempos diferentes no guardan correlación. Es, por ejemplo, el ruido


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