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de fondo de un televisor que no sintoniza ningún canal, el sonido de una fuente de agua, el de la lluvia, el ruido del mar en la playa, etc. Este sonido enmascara además otros ruidos externos no deseados y favorece la relajación y el sueño. Se pueden grabar e incluso adquirir en Internet para tal fin. Es tres veces más eficaz para dormir a los bebés que no hacer nada para ello. A mí me ayudó a escribir este artículo mientras cerca de casa se celebraba un concurso de saetas. Lesiones orgánicas Estas pueden ser de dos tipos, otológicas y no otológicas. Auditivas: El tímpano es una membrana que transmite la vibración del sonido a una cadena de cuatro huesecillos, que a su vez la transmiten al oído interno, donde se encuentra la cóclea, una especie de caracol así se llama también, con el órgano de Corti en su interior, donde están las células ciliadas especializadas en convertir la energía mecánica de la vibración del sonido en señales electroquímicas que se transmiten al cerebro a través del nervio acústico. La posición de las células ciliadas en esta espiral del caracol se corresponde con una frecuencia determinada. El cerebro interpreta estas señales y así sabemos lo que escuchamos. En el oído interno está además el órgano del equilibrio que transmite al cerebro las señales necesarias para saber nuestra posición en el espacio. Se considera que un sonido a partir de los 80 decibelios ya es traumatizante. A los 120 se produce dolor auditivo y a los 180 aparecen lesiones claras en las estructuras del oído; o bien, a tan sólo 80 o 90 decibelios si el oído está previamente inflamado o lesionado. Si un sonido de 80 decibelios es crónico, se produce una alteración en el umbral auditivo con progresiva fatiga de las células ciliadas del órgano de Corti con pérdida de audición reversible. Si se da tiempo al oído para que se recupere, o bien, si HAZ LA PAZ Y NO EL RUIDO el sonido es instantáneo y brutal o constante y de elevado volumen, se produce un traumatismo acústico con pérdida de la audición irreversible. Este es el caso, por ejemplo, de una explosión, donde hay dos agentes agresivos diferenciables: la onda expansiva o variación de la presión, que se propaga más rápida que el sonido, y el sonido de la explosión, en sí mismo. La onda expansiva afecta sobre todo al tímpano, a la cadena de huesecillos e incluso a la cóclea si la cadena de huesecillos se incrusta en ella y la rompe. Por otra parte está el sonido, cuya energía produce la muerte de las células ciliadas por vibración extrema de las estructuras de la cóclea. Las primeras células que se afectan por el traumatismo acústico son las que vibran en las frecuencias agudas a 4.000 Herzios. Pueden fatigarse o morir, dependiendo de la intensidad y duración del ruido. A partir de aquí se pueden afectar otras frecuencias o incluso todas llegando a la pérdida de audición total. Sabemos si un paciente ha perdido audición y en qué frecuencia a través de una prueba que se denomina «audiometría». Hay profesiones que están más expuestas a traumatismos acústicos: militares, técnicos en explosivos, armeros, canteros, mineros. También en otras situaciones accidentales: cazadores, etc. La pérdida de la audición en los sonidos agudos produce una alteración en la audición del habla. Es decir, que nos cuesta más entender lo que nos dicen; aunque en el caso de mi compañera oriental de viaje, esto es irrelevante dados mis escasos conocimientos de chino o similares. Tras la pérdida de audición se pueden producir trastornos de la voz. Con el ruido, uno tiende a hablar más alto; se fuerzan las cuerdas vocales y aparecen lesiones reversibles o irreversibles de las cuerdas vocales, es decir, disfonías, ronqueras o afonías, con pérdida parcial o total de la voz. También se pueden producir acúfenos. El acúfeno o tinnitus es la percepción de uno o varios sonidos en los oídos que no proceden de una fuente de emisión externa, como pitidos o zumbidos o la sensación de oír el sonido del mar, grillos o burbujeos. Se puede sentir «dentro de la cabeza », alrededor de ella o como un sonido distante. La percepción de sonidos de unos segundos de duración se considera normal, pero cuando la duración de éstos se prolonga o bien se presentan de una forma constante, el acúfeno corresponde a un fenómeno patológico de la vía auditiva. Vestibulares o del órgano del equilibrio: aparición de vértigos y náuseas. En este sentido, el efecto patológico del ruido es atribuible a su intensidad, potencia o volumen y no depende tanto de su longitud de onda; es decir, si un sonido es agudo o grave. Podemos estar expuestos a un sonido no audible para nuestro oído, ya sea agudo o grave, pero de una gran intensidad, que nos puede producir lesiones auditivas, de manera idéntica a cualquier otro ruido que pudiésemos oír. Lesiones no auditivas: el ruido es determinante de la aparición, a la larga, de hipertensión arterial, taquicardias y otras arritmias cardíacas; puede propiciar una cardiopatía isquémica, e incluso ser el detonante de un infarto agudo de miocardio. Otros trastornos son las disfunciones digestivas, la secreción anormal de hormonas o las alteraciones del sistema inmunológico. Cuando al cabo de un rato pasó una azafata por el pasillo preguntando si había algo que retirar, le dije a la hermosa fémina si, por favor, era posible que retirara a mi oriental compañera de viaje… Yo ya no podía más. Uno de los sinónimos de «ruidoso » es el de «sonido desapacible», en referencia a todo sonido que te quita la paz. Se puede definir «ruido» como «cualquier sonido que altera la paz de cualquier parroquiano». Teniendo en cuenta que la paz es un estado de armonía con el mundo y con uno mismo, se podría decir aquello de «haz la paz y no el ruido». CMTE. MÉDICO JUAN SEGURA FDEZ. DE LA PUENTE JEFATURA DE APOYO SANITARIO DE MADRID BIP 69 Lesiones otológicas


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