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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA Nº 305 ABRIL 2014

Un grupo de ucranianos pro rusos se manifiesta portando banderas nacionalistas y símbolos ortodoxos. ¿Ideología o amenaza? Tras la disolución de la Unión Soviética Rusia vivió unas décadas catastróficas con un importante detrimento demográfico, económico y militar que hirió profundamente el orgullo de sus gentes y desinfló el respaldo popular de sus dirigentes. La Unión Europea y la Alianza Atlántica extendían sus fronteras al mismo ritmo que Moscú perdía influencia planetaria. Pero Vladimir Putin está consiguiendo recuperar la autoestima a golpe de nacionalismo barato, arengas al pasado, maniobras económicas y control estatal. Su base ideológica, el asidero argumental para sus propios intereses, es el Euroasianismo, una corriente geopolítica elaborada por un grupo de intelectuales rusos en el exilio a principios del siglo XX. Entre ellos estaban el príncipe y lingüista Nikolai Trubetzkoy, el historiador Konstantin Cheidze, el profesor de literatura Dimitri Mirsky y el filósofo Petr Savisky. Surgida contra contrapeso al estalinismo, entendía la revolución rusa como una «transición necesaria » para un país que está llamado a volver a ser nacionalista, tradicionalista y el bastión de la religión ortodoxa en el mundo. Defendía que los rusos no eran europeos, y que junto con sus pueblos vecinos (eslavos, rumanos, griegos y los musulmanes del Caúcaso y Asia Central) formaban un espacio propio entre Europa y Asia, Euroasia. Consideraban el oeste soviético (incluida Ucrania) el «corazón » de este espacio (el Heartland), y quien lo dominara controlaría el mundo. Europa o Estados Unidos eran «islas periféricas» llamadas a depender del núcleo. Olvidada durante decenios, la teoría ha revivido con fuerza tras la caída de la Unión Soviética. Su principal ideólogo actual es Aleksandr Duguin, un carismático «pensador» metido a político y que ha visto en Vladimir Putin la encarnación del líder que su proyecto mesiánico necesitaba. Actualmente dirige el Movimiento Euroasiático (denominado hasta hace una década Partido Nacional Bolchevique), un grupo de parafernalia fascistoide e ideología rojo/parda (entre comunismo y nacionalista ruso). Tiene su piedra angular en el libro de Duguin «Los fundamentos de la geopolítica» donde plantea un liderazgo mundial de Moscú que pasa por una alianza estratégica El Euroasianismo afirma que Rusia volverá a ser un gran imperio con Irán, Turquía y los países árabes de Oriente Próximo. Duguin fue expulsado en 2007 de Ucrania por hacer campaña a favor de la secesión de Crimea, al año siguiente anunció en Osetia que los blindados rusos intervendrían en Georgia para defender la «etnia rusa» (y ocurrió meses después) y en julio de 2013 pronunció un acalorado discurso en Trandniester arengando a sus ciudadanos a unirse a Rusia. Los alegatos a la patria y el poderío de la «nación rusa» son una constante en todos sus manifiestos. No hay pruebas constatadas de su relación directa con Putin, pero los seguidores de Duguin siempre han mostrado su respaldo al actual presidente. Tampoco parece casual que el proyecto político y económico lanzado por Putin para sustituir a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), surgida tras la URSS para aglutinar a las repúblicas ex soviéticas, tenga precisamente el nombre de Unión Euroasiática. Prevista para forjarse en 2015, la Unión además de Rusia incluiría a Bielorrusia, Kazajistán (que ya han mostrado su interés en formar parte) y otras repúblicas de Asia Central aún indecisas. Ucrania era la gran apuesta de Moscú para integrarse en ella, algo que ya parece definitivamente descartado. Según algunos analistas lo ocurrido en Crimea puede despertar más recelos que simpatías entre sus vecinos. No obstante, tampoco faltan los teóricos —entre ellos, el prestigioso periodista y experto en Rusia Nathan Gardels— que afirman que el sentimiento nacionalista está ganando adeptos en toda la Federación Rusa en los últimos años. Dos de los pensadores rusos mejor considerados por Occidente mostraron en los últimos años de su vida (ambos fallecieron durante la primera década del siglo XXI) sus simpatías por el Eurosianismo: el escritor e historiador Aleksandr Solzhenitsyn, uno de los exiliados soviéticos más notables; y el ex presidente Mijail Gorvachov. Quizás solo sea una ideología de añoranza pero las ansias de recuperar el imperio perdido son, cuando menos, preocupantes. Y un dato a destacar: la popularidad de Vladimir Putin crece a un ritmo trepidante: antes de la anexión de Crimea, las encuestas señalaban un abrumador respaldo popular superior al 70 por 100. Ahora, seguro que es bastante mayor. EFE 54 Revista Española de Defensa Abril 2014


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