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cionen bien, sino que el cliente esté contento. Aceptaron, finalmente, pero algo parecido sucedió cuando, a renglón seguido de Portugal, iniciamos las gestiones con Indonesia. —¿De nuevo en el Instituto Nacional de Industria? —No, esta vez fueron los cerebros del Ministerio de Asuntos Exteriores, que debían andar a la par con los del INI. Nos advirtieron que en Indonesia iba a ser imposible por la lejanía del país; por las características de aquel pueblo; total, que no sabíamos donde nos metíamos. Y quienes no tenían ni idea eran ellos. Porque frente a tanta negatividad, teníamos a Enrique de Guzmán. No hay problema –nos decía Enrique– en Indonesia es como en México, necesitas tener un compadre. Y el vaya si lo tenía: nada menos que el doctor Habbibie, un ingeniero aeronáutico formado en la MBB alemana. Era un hombre brillantísimo que dirigió acertadamente Nurtanio, y que con el tiempo llegaría a presidir el gobierno de la nación Indonesia. La amistad entre ambos era tan estrecha que cuando visitaba Madrid, el doctor Habbibie prefería la casa de Enrique de Guzmán antes que el mejor hotel. Y así fue como, entre compadres, el acuerdo con Indonesia progresaría sin el menor obstáculo. El C-212 llegó a construirse bajo licencia en aquel país, y mas tarde ambas industrias desarrollaron el CN-235. —Desde Indonesia llegó la proyección hacia extremo oriente. —Si. Recuerdo con especial cariño mi visita a Filipinas, en unión de los directores comerciales de CASA y Nurtanio. Cuando en Manila fuimos recibidos por las autoridades aeronáuticas, los indonesios se empeñaban en explicarles lo importante que era Nurtanio, y nosotros lo importante que era CASA. Y allí no tenían la menor idea ni de la una ni de la otra. Entonces, me decidí a echar mano de la Historia. Vamos a ver, –les dije– ustedes sabrán que en 1926 llegó aquí una escuadrilla de aviones españoles… ¡Por supuesto –contestaron– Gallarza, la Escuadrilla Elcano..! Bueno, pues aquellos aviones eran de CASA. ¡Ahhh…! –respondieron admi rativa mente–… CASA… Claro, siendo rigurosos no les había dicho “toda” la verdad, porque, en concreto, aquellos Breguet XIX de la Escuadrilla Elcano eran franceses, CASA aún no había empezado a entregarlos con licencia. Aunque no tardaría. > Jesús Salas participó en trece comités del Caza Europeo y firmó uno de sus MOU, Memorandum of Understandig. —¿Le parecía un trabajo estresante? —Estresante, pero divertido. Con el C- 212 se hizo también una gran gira por América. Duró tres meses. El avión visitó 21 países y 75 aeropuertos, 21 de ellos de fortuna. Tuvo mucho éxito, sobre todo en Chile. Lograríamos finalmente venderlo incluso en los Estados Unidos. —Nunca había dos misiones iguales. —Nunca. —Cada una con su anécdota. —Claro, cuando vendimos los C- 212 a Jordania nos encargaron preparar uno de ellos con pedales especiales, a medida del Rey Hussein, que era bajo de estatura y le iba a costar trabajo adaptarse. Más tarde, llegó el pedido de Nicaragua. Allí nadie entendía que hubiera que cumplir requisitos en el transito de los aviones por otros países hasta su entrega. Me tocó visitar al Ministro de Defensa, muy antipático, que se demoraba en recibirme. Fui a su secretaria, le expliqué que solo trataba de ayudar y que me daba igual volverme a España de inmediato, porque en cualquier caso los aviones ya estaban pagados. Al final me recibió, e incluso me acompañó a la puerta tras despedirme. Al poco tiempo me enteré de que había sido depuesto por la revolución sandinista. Cuando mi segundo en Postventa fue a visitar a su sucesor, se encontró con un funcionario mas simpático. Sin embargo, las circunstancias le hacían ser también mas precavido; tenía una metralleta colgada del perchero. —Y luego, Turquía. —Ah, en Turquía tuvimos dos incidentes. En el primero, a un C-212 se le fue una hélice a poco de despegar. Con una suerte increíble. Según nos contaron, “la hélice besó la punta de la cabina y cayó al mar entre el ala y el fuselaje”. El piloto, paradójicamente, hizo lo que todos dicen que no se debe hacer, o sea, giró en redondo, pero aquel era, sin duda, su día de suerte. Logró volver sano y salvo. Casi de inmediato se nos comunicó el incidente, pero CASA parecía tan remisa a enviarme como los turcos a recibirme. En estos casos siempre estás ante un dilema. Obviamente, si una hélice se te va porque han cedido sus ocho bulones de sujeción, estás ante un fallo de mantenimiento, justo lo que sucedió allí. Pero en estos casos tampoco puedes cargar toda la responsabilidad sobre el operador, porque entonces te puedes despedir de venderle mas aviones. El secreto está, siempre, en la prudencia y en la discreción. Conseguí que me dejaran viajar a Turquía y tranquilizar a todos. Pero tuve que echarle toda la diplomacia del mundo. —¿Y el segundo? 154 Una mañana me telefoneó el que podríamos decir era el brazo derecho del Director General. Me preguntaba si estaba dispuesto a ser el representante de España en el proyecto del futuro caza europeo. Por supuesto le contesté que sí


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