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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL Nº 896 NOV 2015

Política mediterránea de los Reyes Católicos REVISTA EJÉRCITO • N. 896 NOVIEMBRE • 2015  83  DOCUMENTO ejerció el oficio de virrey de Nápoles con mucha eficacia, logrando restablecer el orden y reducir al mínimo los resquemores que una guerra deja siempre detrás. Pero descubrió dos cosas: que la contienda había sido extremadamente costosa y que las rentas de Nápoles eran deficitarias. Aunque no deja de ser una bonita leyenda esa de las cuentas del Gran Capitán, los investigadores de hoy consideran comprobado que el de Nápoles no era un buen negocio, máxime si se tiene en cuenta que tenía que ser mantenido en estado de armas frente a posibles enemigos. No era posible seguir dudando. El Gran Capitán había proporcionado a los Reyes Católicos un reino, aquél que cerraba el camino de las islas de las especias hacia Alejandría y hacia Jerusalén, cuyo patronato ejercían. Se planteaba ahora la cuestión que ya en tiempos preocupara a Alfonso V: ¿Qué hacer con él? ¿Incorporarlo a la corona de España o conservarlo en su independencia? Las instrucciones a Gonzalo Fernández, elevado ahora con titulo de duque al primer nivel de la grandeza, no podían ser otras que las de tener firmemente en su mano el reino convertido en prenda esencial de la política. Hay noticia de sus cronistas personales de que se le ofreció el Maestrazgo de Santiago, pero este dato, no confirmado por la documentación, significaría una ruptura del gran proyecto ejecutado por los Reyes, de incorporar los maestrazgos a la Corona. En 1505 las relaciones entre Felipe, que contaba en Castilla con un importante partido nobiliario nostálgico de la situación anterior, y su suegro se rompieron. Fernando decidió abandonar Castilla para convertirse, de hecho únicamente, en rey de la Corona de Aragón. La decisión, en este caso, no podía ser otra que la de incorporar Nápoles a la Corona. Viajó a este reino y aplicó en él la norma general: todos los funcionarios de origen castellano, incluyendo al virrey, debían ser destituidos (septiembre de 1506). La decisión disgustó profundamente al Gran Capitán, que se retiró a Loja. Años después, la derrota en Rávena de la Liga Santa, formada por Fernando, el papa Julio II y el Dogo veneciano, frente a Luis XII de Francia, en marzo de 1512, vuelve a poner inesperadamente, y por última vez, a Gonzalo en la primera línea. El Papa manifiesta su interés por el Gran Capitán como general de la Liga, al frente de un cuerpo expedicionario que iría a Italia en el otoño de 1512 para enfrentarse a Luis XII. Gonzalo se dispone rápidamente al encargo que le hace al respecto el rey Fernando. En el fondo, Fernando no tiene la menor intención de sostener la expedición a Italia, su verdadero interés entonces era la conquista de Navarra. Italia es solo la cortina de humo para tener entretenidos a los espías. Es octubre de 1512, y pronto cumplirá sesenta años. Tres años después morirá en Granada.n


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