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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2015

Autoridades en la visita a la exposición. buque, que la recibe rodilla en tierra. Una vez izada, ondea toda la jornada, y después es guardada dentro de una vitrina situada en lugar distinguido, y solamente en caso de guerra vuelve a izarse de nuevo. La pequeña historia de donar una bandera de combate a un buque de la Armada por un ayuntamiento, como el de Lleida, alejado de la mar, constituyó un hecho sin precedentes en este tipo de actos, ciertamente una novedad histórica; pero tampoco debe sorprender, porque el comandante de la Nautilus, el entonces capitán de corbeta Antonio Farré Albiñana, era un hijo de la terra ferma, que es como se conoce a los naturales de Lleida, una tierra donde los bravos caudillos ibéricos Indibil y Mandonio, en el siglo III a. C., opusieron una tenaz resistencia a las legiones romanas en la conquista de Hispania. El 12 de mayo de 1965, hace ahora 50 años, como parte de la festividad de San Anastasio, patrón de la ciudad, el Ayuntamiento de Lleida, que presidía Francisco Pons Castella, ofreció la bandera de combate a la corbeta Nautilus (F-64), siendo su madrina Pilar Gil, esposa del alcalde, que fue distinguido con la Cruz del Mérito Naval. En la ceremonia, el ministro de Marina estuvo representado por el almirante Faustino Ruiz González, figurando entre otras personalidades el teniente general de la IV Región Militar y el jefe del Sector Naval de Cataluña, contralmirante José Jáudenes Junco. El acto tuvo lugar en el puerto de Tarragona, capital de la comarca del Segriá. El cincuentenario del acontecimiento, se ha celebrado con una exposición en la Sala Municipal San Juan, en el corazón histórico de la ciudad, conjuntamente con otra dedicada a la Operación ATALANTA, organizadas por el Ministerio de Defensa, la alcaldía que preside Ángel Ros Domínquez y la Subdelegación de Defensa de Lleida. La muestra, presidida en su parte central por una preciosa maqueta de astillero de las corbetas de la clase Descubierta, idéntica a la Nautilus, temporalmente cedida por Navantia, se encontraba arropada por un abanico de paneles fotográficos y vitrinas con objetos relacionados con la Nautilus. Estos buques, de bella estampa, se caracterizaron por ser los primeros de superficie, de cierta entidad, propulsados por motores diésel Sulzer, carentes de la clásica chimenea y que efectuaban el escape por debajo de la línea de flotación. La Nautilus —que fue el quinto buque de los seis construidos por la entonces Empresa Nacional Bazán, actual Navantia, especialmente pensados para la guerra antisubmarina, situando el armamento secundario de las piezas Bofors de 40/70 mm al tresbolillo— entró en servicio en 1959. Los cuatro primeros fueron construidos en Cartagena y los dos últimos en Cádiz y formaron una longeva clase que ofreció un gran rendimiento a la Armada, adaptados a las circunstancias que cada momento requería, tal como lo prueban las diferentes marcas de costado que lucieron en función de su cometido a lo largo de 32 años. Fue uno de los 29 buques modernizados a cargo de la ayuda americana. En la historia de la Armada siempre serán recordadas, lo mismo que su antecesora nominal, la mítica corbeta escuela Nautilus, cuyo nombre significa en griego marinero, ya que fueron una excelente escuela de comandantes y prestaron a la nación todos los servicios que esta les exigió. Su bandera de combate se conserva actualmente en el Museo Naval de la Real Isla de León (San Fernando). A. C. i R. CULTURA NAVAL 182 Julio


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