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MEMORIAL INGENIEROS 94

JULIO 2015 71 De todos es conocido el problema que arrastra la muralla púnica en cuanto a su conservación, llegándose en ocasiones a decir por los técnicos que sería preferible el volverla a tapar y esperar tiempos mejores. No menos conocido, por estar más a la vista, es el estado en que quedó la muralla carolina como consecuencia del desarrollo urbano a finales del siglo xix y principios del xx, desapareciendo gran parte de sus baluartes y cortinas, así como las tres puertas de acceso a la ciudad con toda su ornamentación heráldica, postergando a un abandono total los lienzos de Benipila hasta su arranque en el castillo de Galeras; y tenemos a la vista las desafortunadas actuaciones que sobre las cortinas del mar y del Batel se han llevado a cabo en estos últimos años sobre la citada muralla, de lo que es testimonio el tramo del Hospital de Marina, hoy Universidad Politécnica, que conserva los elementos de su ruda y notable construcción original. Pero hoy nos convoca a escribir algo más modesto, aunque no por ello deja de ser importante en nuestro patrimonio, y son los restos de muralla de la época de los Austrias que todavía se conservan en la cima de la colina del Molinete. Quizá nos ha llevado a ello la satisfacción que sentimos ante la reciente recuperación de esos restos de fortificación, aunque es mucho el tiempo transcurrido desde que tuvimos ocasión de exponer su importancia ante un responsable municipal y ver cómo en el transcurso de los años no se hacía nada. Todo fue como consecuencia de una conferencia que pronuncié en el Aula de Cultura de Caja Murcia en el año 1993, en la que di a conocer la singularidad de dichos restos; a ella asistió especialmente invitado un concejal con alta responsabilidad en la corporación municipal, rogándole al finalizar la exposición y el debate que lo hiciese llegar a los responsables directos del patrimonio en nuestra ciudad. Pero han tenido que transcurrir varios años para que se haya tomado en consideración nuestra sugerencia, y por ello nos parece oportuno sacar a la luz de nuevo el tema exponiendo la circunstancia histórica que rodeó su construcción y evolución a través del tiempo. Antecedentes históricos La primera alusión que conocemos al amurallamiento de Cartagena, al margen de la polémica de si se trata o no de esta ciudad, se encuentra en la Ora Marítima del poeta latino Postumius Rufius Festus Avienus, edición versificada del siglo iv d. C., sobre el derrotero de un piloto que mil años antes navegaba frente a estas costas, y al describir los accidentes costeros escribía: «Después, el puerto de Namnacio se arquea desde la profunda llanura marina, próximos a la ciudadela de los masienos, y al fondo de esta ensenada se alza con sus altas murallas la ciudad de Masiena». Para referencias posteriores hemos de recurrir a los trabajos del profesor Antonio Beltrán Martínez relacionados con la Cartagena Púnica, que nos da noticia sobre la descripción de Estrabón que escribió de ella que era de «situación fuerte, murallas bien construidas», así como sobre «las reparaciones mandadas llevar a cabo por Escipión, ordenando elevarlas por los puntos que fueron alcanzados en el asalto»; y en la misma época las de Miguel Martín Camino y Blanca Roldán Bernal, que nos transcriben las numerosas citas de Polibio que atestiguan las grandes dimensiones de las murallas que defendían la ciudad y que, probablemente, cubrían todo su perímetro ya que «las grandes dimensiones de las murallas, hizo muy arriesgado la acción de los primeros asaltantes y la toma de las almenas». En el siglo xvi, bajo los sucesivos reinados de la Casa de Austria, la defensa de la ciudad descansaba principalmente sobre los vecinos, y el Consejo municipal debía aportar, además del elemento humano, los medios económicos para su construcción y man


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