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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 123

EL MONUMENTO A LINIERS y GUTIéRREz DE LA CONCHA EN EL PANTEÓN... La cadena de hechos que conduciría al trágico desenlace comienza cuando, después del levantamiento de Alzaga y Elío, el virrey Liniers opta por dar un paso al costado, siendo reemplazado por Cisneros. Fiel a sus principios monárquicos, cuando estalla la Revolución de Mayo organiza desde su residencia de Alta Gracia una contrarrevolución contra el nuevo régimen político. Fracasado el levantamiento, se dirigió con un pequeño grupo de partidarios al Alto Perú, para resguardarse tras las posiciones realistas. Pero en la medianoche del 5 de agosto él y su partida fueron capturados por Antonio González Balcarce y conducidos al paraje conocido como Monte de los Papagayos, a unos 20 kilómetros de Cruz Alta. La junta de Gobierno ordenó fusilar a los detenidos y designó supervisores de la ejecución a juan josé Castelli y a Nicolás Rodríguez Peña (fig. 3). Los amotinados junto a Liniers eran el mencionado brigadier juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Santiago Alejo de Allende, el doctor Victorino Rodríguez y el tesorero de la Real Hacienda joaquín Moreno. Los cadáveres de todos ellos fueron conducidos en una carretilla de cincha a Cruz Alta, en la provincia de Córdoba. Allí se los depositó en una fosa común cavada en las inmediaciones de la capilla de la posta, donde permanecieron por espacio de más de medio siglo. Fue el presidente argentino Santiago Derqui (1) quien, dentro de su corto mandato (1860-1861), decidió exhumar los restos de aquellos cinco desafortunados hombres para darles cristiana sepultura. La tarea de localizar los cadáveres se encomendó al mayor Felipe Salas, quien para ello se desplazó a Rosario con Octavio de la Barra. De allí se trasladaron a la posta de Cruz Alta, donde, tras haber cavado infructuosamente algunos pozos, gracias a un testigo del fusilamiento, un anciano de setenta y dos años llamado don Pascual Almirón —quien señaló el lugar exacto en que se había inhumado a los fusilados— , se dio con los restos. Desafortunadamente, en el curso de la excavación se desarmaron los esqueletos, juntos a los que se halló algún desangelado resto de vestimenta, circunscrita a algunas suelas y botas. Los historiadores no mencionan en qué momento se incineraron los huesos, pero debe de haber sido en Cruz Alta. Tampoco puntualizan que, al estar mezclados, las cenizas no pertenecían solo a Liniers y Gutiérrez de la Concha, sino también a los otros fusilados. Sea como fuere, el conjunto de los restos se depositaron en una urna de caoba sellada y lacrada, y el oficial al cargo los trasladó a Rosario. Desde allí el vapor Pampero llevaría la mencionada urna a la ciudad de Paraná, donde debían depositarse en un monumento (1) Cabe recordar, someramente, que el presidente de la Confederación Santiago Derqui era sobrino nieto de una de las víctimas de 1810, el doctor Victorino Rodríguez. Este conocido abogado había sido el primer catedrático de Derecho en la Universidad de Córdoba y asesor legal del gobierno en varios mandatos. Contrajo matrimonio con Felipa Tagle, con quien tuvo tres hijos: josé, Pastora y Manuel. Pero su sobrina josefa, casada con josé Manuel Derqui, que era arrendatario de la estancia jesuítica de Alta Gracia, tuvo como a uno de sus hijos a Santiago Derqui (1809-1867). Esa misma estancia de Alta Gracia, cuando Derqui dejó de ser su arrendatario, fue adquirida, por escritura del 3 de febrero de 1810, por don Santiago de Liniers (PAGE, 2000, pp. 147-148 y 160). Año 2013 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 73


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