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REVISTA GENERAL DE MARINA MARZO 2015

RUMBO A LA VIDA MARINA Ya en la paz, técnicos, físicos y químicos se dedicaron a perfeccionar el sónar, pero tuvieron que cederle el testigo a los científicos porque seguían sin encontrarle una explicación satisfactoria al asunto de los falsos fondos. Por exclusión, habían deducido que el problema, más que físico, que no excluían, tenía que ser biológico. En el curso de estas investigaciones, el planctólogo californiano Martin W. Jonhson observó que la misteriosa sombra se detectaba durante el día alrededor de los 700 metros de profundidad y que por la noche subía hasta los 100-200 metros, acercándose a la superficie, donde desaparecía. Jonhson había resuelto el problema. Se trataba de unas increíbles nubes de diminutos organismos zooplanctónicos que, al contrario que los fitoplánctónicos —diatomeas y dinoflagelados— que, necesitados de luz, permanecían en superficie por lo menos durante el día para si acaso bajar durante la noche, emprendían el camino contrario en las migraciones verticales que caracterizan los movimientos de casi todos los pequeños seres de la mar. Pronto se descubrió que ciertos peces que emigraban verticalmente durante la noche, seguramente persiguiendo a los microorganismos superficiales, también daban eco. Recordemos la «intensiva» por el costado de nuestros barcos para pescar calamares con la potera, o la pesca nocturna de la sardina con luz. Se convino entonces en que sus vejigas natatorias, llenas de aire, daban la suficiente cobertura para manifestarse en la pantalla del sónar. Pero el hecho de que grandes concentraciones de peces sin vejiga, como los tiburones, también diesen sombra aparcó esta explicación. Se supuso, en su lugar, que las grandes concentraciones de krill aclararían la situación, pero los ensayos efectuados en la Antártida, una geografía proverbial en contener la mayor biota en eufasiáceos del mundo, tampoco daba cumplido eco. Conclusión: las prospecciones se habían extendido por muchos mares del mundo, incluido el Mediterráneo, y en cada uno de ellos los ecos anómalos se debían a una causa diferente, dependiendo de su situación en las cartas náuticas. Como constante, sin embargo, el protagonismo de seres planctónicos migradores verticales. Con tales antecedentes se establecieron tres tipos de capas para los micro y macroorganismos móviles: la migratoria, la semimigratoria y la estacional. La ciencia, con cierto talante gallego, se curaba en salud con el ecléctico pero cierto «si no pertenece a una de ellas, pertenecerá a la otra». Por fin la capa fantasma móvil del principio quedó resumida en la moderna nomenclatura como Deep Scatering Layer, DSL en sus siglas inglesas, y Capa de Dispersión Profunda en castellano (excepcionalmente «Capa Profunda de Sonido», menos ilustrativa a mi juicio). Como nota aclaratoria a este nuestro indiscutible y patente navegar en la sopa de microorganismos que hemos tratado en este capítulo de Rumbo a la vida marina: la DSL es un fenómeno múltiple con diferentes explicaciones y orígenes, dependiendo de las coordenadas y de las condiciones físicas y biológicas de la mar, lo que quiere decir que aún conserva el referente fantasmal de lo que en principio se desconocía y hoy no se ha terminado aún de conocer. 2015 313


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