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LA LEGION 519

>> Historia En esta página las divisas de los Suboficiales según la Ley del 4 de diciembre de 1931. A la derecha, un sargento posa junto a un grupo de legionarios en los primeros tiempos del Tercio de Extranjeros. En las páginas anteriores, un grupo de suboficiales y sargentos de La Legión. entonces como las famosas “sardinetas” que tanto lustre y prestigio han venido configurando hasta hoy mismo, la siempre eficiente clase de brigada. Y aunque el desempeño de sus misiones se incardinó normalmente en el campo administrativo, sobre todo como valiosos auxiliares del capitán en las compañías, escuadrones o baterías, no es menos cierto que, cuando las circunstancias lo exigieron, los brigadas acudieron sin demora al puesto del honor y consiguieron importantes lauros, como el obtenido por el brigada D. Francisco Fadrique Castromonte, quien al ofrendar su vida a la Patria en la campaña de Ifni-Sáhara, supo alcanzar con la inconfundible sinfonía del heroísmo, la excelsa cruz laureada de San Fernando. Subayudante.- Empleo de nueva creación en el cuerpo de suboficiales, superior al brigada e inferior al subteniente. Sus divisas fueron tres galones de panecillo de oro o plata de doce milímetros de ancho, colocados longitudinalmente en el centro de la bocamanga. Empleo efímero por demás, pues desaparece en julio de 1.935 (junto al sargento primero), si bien legando a la posteridad el nombre de uno de los cargos o cometidos mas importantes, en el campo del mantenimiento y conservación de los cuerpos armados de nuestro ejército: El de subayudante. Bajo las órdenes directas del coronel jefe del regimiento, y por delegación, del comandante ayudante, desempeñaba normalmente las funciones de subayudante un teniente de la escala auxiliar, de reconocido prestigio y acreditada eficacia. Sus misiones en el regimiento eran muchas y muy variadas, y a buen seguro, que las conocen de sobra mis compañeros que me honran con la lectura de las presentes líneas. Recordémoslas, sin embargo, siquiera sea algunas de las más importantes, aunque ello nos lleve a sumergirnos en las brumas de la nostalgia. Personado en el acuartelamiento, poco después de que el corneta de la guardia de prevención, dejase oir los alegres sones del toque de diana, el subayudante, al toque de asamblea, todos los días del año, festivos incluidos, recibía de los suboficiales de semana a los soldados y cabos entrantes de guardia, a los que revistaba minuciosamente, y una vez corregidos sobre la marcha, los pequeños defectillos que hubiese encontrado en su revista, se la presentaba al oficial entrante. A continuación – y previa parada para tomarse un café mañanero en el bar de oficiales o en el de suboficiales-, seguido de una legión de albañiles, carpinteros, fontaneros, etc. que ya le esperaban formados a la puerta de su “sancta-sanctorum” (léase la subayudantía del cuerpo), se daba una vuelta por el acuartelamiento, ordenando la reparación de cualquier desperfecto que hubiese observado, dando parte a su final, de cuantas novedades e incidencias dignas de mención se hubiesen producido. Llegado el mediodía, el subayudante, instalado en su “feudo” de la subayudantía, recibía la cotidiana visita de los cabos furrieles de las distintas compañías, escuadrones o baterías, al objeto de proceder al “sagrado” suministro diario de pan, previa presentación de los mismos, del consiguiente vale o recibo firmado por los respectivos capitanes, de conformidad con el número de raciones a que hubiesen derecho según la fuerza presente en dicho día. Correspondía asimismo al subayudante, el exorno del acuartelamiento en cuantas celebraciones y formaciones de singular relevancia tenían lugar en fechas señaladas del año; así como la confronta diaria de la orden del cuerpo, previa lectura íntegra de la misma, ordenando acto seguido su distribución, no sin antes haber signado con su firma un ejemplar –que se custodiaba en la imprenta- donde se hacía figurar, junto a su nombre y apellidos, la hora de la confronta. Importantes, como hemos visto las funciones del subayudante en los cuerpos, pues si como empleo en el primitivo cuerpo de suboficiales su porvenir fue mas bien escaso, no así por el nombre que dio al cargo, desempeñado por muchos y muy queridos compañeros, a los que desde estas líneas saludo con afecto. Subteniente.- Máximo empleo de entre los que integraban el primitivo cuerpo de suboficiales y que tenía por divisa “una estrella de cinco puntas, dorada o plateada, por encima de la bocamanga y a tres centímetros de ésta”. Traducción literal al castellano del sous-lieutenant francés, aparece el subteniente por vez primera en nuestro ejército en 1.702 , traído a España por el Rey Felipe V, en unión de otros cargos y grados de la milicia, como cadete, coronel, brigadier, etc. Primer peldaño de la escala del cuerpo de oficiales, con el empleo de subteniente salieron de nuestros colegios y academias militares, prácticamente todo el generalato español del siglo XVIII, y buena parte del XIX. Por real decreto de 23 de abril de 1.867 y tras 165 años de permanencia como oficial, el empleo de subteniente se transforma en el más clásico y español de alférez. Reaparece de nuevo, si bien que devaluado, en diciembre de 1.931, formando parte del nuevo cuerpo de suboficiales y como techo máximo del mismo; para tras una breve permanencia de tan solo cuatro años, desaparecer de nuevo en diciembre de 1.935, al suprimirse la categoría de subteniente (Ley de 5 de diciembre de 1.935) y promoverse al empleo de alférez, a cuantos en dicha fecha formaban 52


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