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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

ALEJANDRO N. BERTOCCHI MORáN así, la notoriedad que le procuró la publicación de varios libros (3) fue tal que, ya para 1937, el mando le encomienda la creación del Servicio Histórico y de Información de la Armada, unidad pionera en la custodia del patrimonio histórico de la marina uruguaya de guerra. En 1941, ya en situación de retiro, pasa destinado como asesor al Ministerio de Relaciones Exteriores, y al año siguiente obtiene cátedra en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, merced a lo que dictará una serie de conferencias en varias universidades e instituciones afines en Washington, Río de janeiro y Buenos Aires. En 1959, mientras ejercía como director del Archivo General de la Nación, el electo gobierno nacional lo nombra ministro de Relaciones Exteriores, cargo que sostendrá hasta 1963. Durante su mandato se firma con la República Argentina el Tratado de Límites del Río Uruguay, sin duda el mayor logro de su ministerio, dada la enorme importancia que tuvo para ambos países platenses la plena confirmación de sus fronteras. De esta forma, habida cuenta estas circunstancias, su nombre rayó alto en la consideración pública (4), por más que el acuerdo internacional antes mencionado adquiriese ribetes polémicos, y las discusiones que sus cláusulas suscitaron en el ámbito del Poder Legislativo alcanzaron una intensidad acorde con la importancia que esta firma tenía en las esferas políticas del momento. El ministro no pudo menos de verse inmerso en esta amplia polémica. Ciertos círculos criticaron el tratado porque el Estado uruguayo reconocía la soberanía argentina sobre algunas islas que desde siempre se habían considerado bajo jurisdicción oriental. De tales controversias existen registros escritos que manifiestan para la posteridad cómo las pasiones pueden afectar muchas veces a figuras que, por su jerarquía, deberían hallarse a resguardo de la injuria y la animosidad (5). Cuando, en 1987, el autor de este artículo visitó el Archivo General de la Marina Don Álvaro de Bazán, emplazado en El Viso del Marqués (Ciudad Real), don Francisco Fuster Ruiz, a la sazón su director técnico, le señaló que durante varios meses Martínez Montero y su esposa se habían instalado en un (3) Su obra más trascendental resultó El río Uruguay. geografía, historia y geopolítica de sus aguas e islas. Publicado en 1955, este voluminoso trabajo fue determinante en su posterior nombramiento como ministro de Relaciones Exteriores. (4) En 1970, durante la escalada terrorista contra las instituciones, se ofreció públicamente como rehén para lograr la liberación de los diplomáticos extranjeros secuestrados por la guerrilla urbana. (5) La anécdota a que aludimos no tiene desperdicio. Durante la sesión de la Comisión de Límites de la Cámara de Senadores del 23 de mayo de 1961, en la que Martínez Montero, en su condición de ministro de Relaciones Exteriores, se hallaba presente, acaeció un enojoso intercambio de palabras entre este y el contralmirante (R) don Carlos Carvajal, a quien se había invitado para que expusiese su parecer sobre el tratado. Lo cierto es que este denunció en tono crítico que el principal negociador del referido convenio diplomático era, según tenía entendido, «teniente de navío del Cuerpo de Máquinas». La respuesta del ministro no se hizo esperar: «… quiero expresar que cuando una persona tiene cerebro puede poseer muchos conocimientos, inclusive de máquinas, y también de historia». CÁMARA DE SENADORES: Texto y antecedentes del trámite parlamentario. ROU, Montevideo, 1966, p. 77. 100 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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