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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

ALEJANDRO N. BERTOCCHI MORáN a remolque de los acontecimientos de España y, carentes de todo designio independentista, proclamarán al unísono su absoluta fidelidad al rey prisionero. El estreno público de josé Primo de Rivera en el Río de la Plata es un hecho de gran significado en su vida, como reseña juan Bautista Pavía, si bien es de subrayar que esta su primera estancia en tierras australes duró solo unos meses, pues ya a finales de ese año de 1809 partió hacia Cádiz con la Mercurio. Pero a su regreso de España, en agosto de 1810, en Buenos Aires ejercía el poder una junta revolucionaria que había depuesto al virrey Cisneros mediante un golpe militar el 25 mayo (19) (20). Nuevamente en Montevideo, se le encomendará la primera misión diplomática de las muchas que cumpliría en lo sucesivo, cosa muy común, por otro lado, en aquellos turbulentos tiempos, en que los marinos debían mezclar sus actividades propias desde la cubierta de sus buques con toda suerte de procedimientos de corte civil y de índole política. El comandante del apostadero de Montevideo, brigadier josé María de Salazar, quien había asumido su cargo el 3 de julio de 1809, encomendó a Primo de Rivera, de común acuerdo con el gobernador de la plaza montevideana, el brigadier del Ejército joaquín de Soria, conducir a Buenos Aires una propuesta encaminada a que Buenos Aires jurara obediencia al Supremo Consejo de Regencia (21). ban a la Royal Navy, y cuando esta capituló, los tales mercantes hubieron de malvender su carga a precio de saldo, lo que creó el espejismo de que la industria inglesa era más eficaz que la española, y los precios de sus productos, mucho más competitivos. El hecho de que estas mercancías llegaran en último término hasta el mismo Perú y Nueva Granada dio mayor pábulo aún a la entelequia. (19) El paso del tiempo da lugar a la publicación de numerosas investigaciones que conforman un muy necesario revisionismo histórico y cuyos ecos, si bien no llegan al común de las gentes, son muy esclarecedores respecto de procesos no tan simples como acostumbra presentarlos la crónica ortodoxa. La gestación del cabildo abierto del 25 de mayo de 1810 fue alentada por los pronunciamientos de prestigiosos jefes militares bonaerenses, como el potosino Cornelio Saavedra, a la postre elegido presidente de la junta revolucionaria por las bayonetas de las milicias. Como colofón, corresponde señalar que el 15 de junio la junta bonaerense había expulsado íntegramente al cuerpo de Marina que prestaba servicio en Buenos Aires, de modo que, desde esa fecha, el apostadero de Montevideo se consagró a la tarea de defender a solas la causa de la Regencia, apoyado por la mayoría de la opinión oriental. (20) Por esos mismos meses finales de 1809 que señalamos, el marino algecireño había dado el paso de desposar a juana Sobremonte, una de las tres hijas cordobesas del exvirrey, que a la sazón, y casi a escondidas dado su desprestigio entre los criollos, se dirigía a España con su numerosa familia. El entonces virrey Sobremonte huyó de Buenos Aires con los caudales públicos durante el ataque inglés a la ciudad en junio de 1806. Alcanzado en Luján por el invasor y saqueadas sus pertenencias, se estableció en Córdoba. Regresó en 1809 a España, donde se le sometió a un consejo de guerra por su discutida conducta durante la invasión inglesa. Suspendidas sus sesiones por la Guerra de la Independencia, se reanudarían posteriormente, hasta que en 1813 fue definitivamente absuelto. Falleció en 1827. En honor de su persona señalemos que es uno de los administradores coloniales más destacados por la historiografía, sobre todo en virtud de su labor como gobernador intendente de Córdoba del Tucumán. (21) Las relaciones entre la capital bonaerense y los montevideanos se hallaban rotas desde el mes de julio anterior, cuando el gobernador Soria envió a todos los jefes de la campaña y alcaldes de la Banda Oriental una misiva muy expeditiva que les instaba a acatar la autoridad 114 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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