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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 124

gERARDO MANUEL LóPEZ gARCíA doras estrofas llegaron a entonarse delante del indignado rey. El trágala era una réplica a la realista La Cachucha, a cuyos sones desfilaban los «serviles», es decir, los partidarios de Fernando VII (41). Esta canción, según Mesonero Romanos, fue entonada por el mismísimo general Riego en un mitin de gala en el madrileño Teatro del Príncipe. El estribillo del texto, que no desmerece un ápice del resto de su contenido, reza así: «Trágala, trágala / Trágala, trágala / Trágala, trágala / Trágala, perro». Sus groseras estrofas, al decir del mencionado costumbrista madrileño, ejercieron una «perniciosa influencia (…) en la opinión de las masas populares y en la marcha violenta de la revolución». Lo del «trágala, perro», unido a lindezas tales como declarar al monarca «incapaz para gobernar», constituyó una afrenta que Fernando VII no olvidaría. Pero las cosas se presentaban difíciles tanto para los realistas, partidarios de lo tradicional, como para los constitucionalistas, cuyos más destacados miembros pertenecían a la masonería y preconizaban la superación de la monarquía y del sistema social, político y religioso que había regido en España en el siglo XVIII. El país llegó a una situación que podíamos definir como de preludio de una guerra civil si omitimos hechos como los acaecidos en La Seu d’Urgell, catalogables como de guerra no declarada. En enero de 1823 el rey, solapadamente, acude en petición de ayuda al Congreso de Verona, controlado por Austria. Las potencias allí reunidas, alarmadas ante la perspectiva de que el virus liberal español se contagiase a sus dominios, recomendaron la derogación de la Constitución de 1812. La Santa Alianza La Santa Alianza, suscrita en París por los monarcas de Austria, Rusia y Prusia el 26 de septiembre de 1815, acordaba el mantenimiento de unas relaciones políticas entre Estados basadas en los principios del cristianismo. A tenor de estos principios, en el referido Congreso de Verona, celebrado el 22 de noviembre de 1822, las potencias firmantes del acuerdo se alinean con el Reino Unido de Gran Bretaña y, atendiendo a la reclamación de Fernando VII —quien solicita la intervención, a pesar de que, tras el pronunciamiento de Riego, había jurado lealtad a la Constitución de Cádiz—, deciden colaborar en la reinstauración del absolutismo en España, En virtud de estos acuerdos, el 7 de abril de 1823, un ejército conocido como «los Cien Mil Hijos de San Luis» invade España. En esta hueste mercenaria participaron muchos franceses que habían pertenecido a las tropas de (41) Los serviles, que habían recibido a Fernando VII con alegría, tenían canciones tales como La Cachucha, cuyos versos eran de un estilo lírico casi «cursi»: «Tengo yo una Cachuchita / que siempre está suspirando / y sus ayes y suspiros / se dirigen a Fernando...». El estribillo, ridículo pero con mucho más «mensaje», rezaba así: «Pitita, bonita, / con el pío, pío, pon; / ¡Viva Fernando / y la Inquisición!». 50 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 124


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