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EJERCITO DE TIERRA JULIO AGOSTO 2016

ocasión favorable de dar batalla a los helvecios, y sin haber completado el acopio de trigo, César se distanció del grueso helvecio para ganar libertad de acción. Entonces los helvecios se crecieron y comenzaron a hostigar más abiertamente las retaguardias romanas. Entendiendo César que la batalla decisiva se aproximaba, decidió ocupar una colina próxima a la localidad de Bribacte mientras contenía al enemigo con la caballería. Mandó que subieran toda la impedimenta a lo alto y dispuso en triple fila de combate las cuatro legiones de veteranos, y colocó por encima de él, en la cumbre, las dos legiones más modernas y todas las tropas auxiliares, de manera que todo el cerro quedó lleno de soldados. Los helvecios, a los que solo contenía la caballería romana, dejaron sus bagajes y formaron a unos 1.000 metros en falange, avanzando contra los romanos. Entonces César, retirados los caballos (y en primer lugar el suyo, para que, siendo igual para todos el peligro, nadie esperase huir) decidió trabar la batalla. 32  REVISTA EJÉRCITO • N. 904 JULIO/AGOSTO • 2016 Los helvecios sumaban entonces más de 130.000, a juzgar por los supervivientes y por la crónica del vencedor, y los romanos al menos 35.000, seis legiones más fuerzas auxiliares. La inferioridad numérica de las tropas romanas tenía a su favor su experiencia en combate, su disciplina para evolucionar en el campo de batalla y su capacidad para realizar trabajos, pero eso no aseguraba el equilibrio. La necesidad de acopiar provisiones y la inestabilidad de las tribus galas, en cuyos territorios se movía, limitaban aún más las opciones de César. Entre los aspectos que había que considerar para dar la batalla estaban la necesidad de ejemplarizar a los enemigos de Roma y la ambición de César por medrar. En parecidas condiciones, otros caudillos, como el gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba o el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, consideraban que no había que dar batalla que no se tuviera ganada de antemano, y César no la tenía ganada de antemano ni mucho menos. Una primera aproximación, aun sin tener conocimiento detallado del terreno, parece presentar como opciones alternativas a la batalla o bien fortificarse en Bribacte, donde había provisiones, y coordinar la leva de otra legión, o bien continuar el repliegue rehuyendo el combate e impidiendo que los helvecios se asentaran o hicieran acopio de sus necesidades hasta agotarlos. Ambos casos prolongarían varios meses la situación en un territorio que fácilmente podría tornarse hostil para los romanos si las otras tribus galas se levantaban en armas. La realidad es que es muy difícil conocer las consideraciones que llevaron a César a tomar su decisión y las fuentes a duras penas nos ayudan a reconstruir el proceso mental y la decisión final. A través de ellas también entendemos parcialmente lo que pasó a continuación: las dos formaciones chocaron y, aunque hubo varias cargas de caballería helvecia, la superioridad en las evoluciones y el aplomo romano hicieron que al final del día los helvecios comenzaran a retirarse y los romanos se lanzaran a perseguirles. Ninguna de las otras dos opciones posibles se hubiera saldado tan pronto. El conocimiento de la historia nos ofrece un pálido reflejo de los hechos que sucedieron, pero El mariscal Ferdinand Foch, Jefe del Alto Estado Mayor francés en 1917


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