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EJERCITO DE TIERRA JULIO AGOSTO 2016

de ellas permitía emplearla como punto de apoyo avanzado hacia América o África. Gran Canaria constituía una encrucijada de primer orden en el tráfico marítimo atlántico y era el punto de unión entre Europa y América. Esta situación privilegiada era codiciada por ingleses, africanos y holandeses que intentaron en repetidas ocasiones apoderarse de ella. Contaba con más de la mitad de la población del Archipiélago y su capital era una plaza próspera que enviaba azúcar, caldos canarios y productos coloniales a los mercados europeos, de los que importaba textiles y productos manufacturados. Este productivo intercambio atraía barcos de todas las banderas en busca de transacciones comerciales o de aprovisionamiento. De todo el archipiélago solamente en el puerto de La Luz se podía llevar a cabo todas estas actividades portuarias y comerciales y, a diferencia 82  REVISTA EJÉRCITO • N. 904 JULIO/AGOSTO • 2016 de La Orotava o La Laguna que están protegidas en el interior, Las Palmas es una ciudad abierta al mar. ESTADO DE LA DEFENSA Con la designación de don Luis de la Cueva y Benavides en 1589 como capitán general de las islas se instauró en Gran Canaria un presidio de seiscientos soldados, se hicieron estudios detallados de las defensas y se intentó mejorar las fortificaciones. De la Cueva acarició, además, la idea de construir una pequeña flota que permitiera la proyección de fuerzas entre islas pero este proyecto de defensa dinámica nunca llegó a materializarse. Las fortificaciones alcanzaron un desarrollo elemental, de tal manera que la ciudad de Las Palmas contaba con murallas al norte y al sur y dos fuertes, Santa Ana y Santa Isabel, más el castillo de La Luz que protegía el puerto. El gobernador militar, Alonso de Alvarado, era un pacense veterano de las campañas de Aragón, Italia y Flandes que tenía como segundo a Antonio Pamochamoso, también experimentado soldado y pacense como él. Para defender la población contaba con el Tercio de Las Palmas, integrado por cuatro compañías de piqueros y arcabuceros más algo de caballería y una pequeña cantidad de artillería de corto alcance. A estas fuerzas había que sumar las catorce compañías de milicias de Las Palmas, Telde, Agüimes, La Vega, Teror, Arucas, Gáldar y Guía. Los miembros del Cabildo catedralicio formaban otra unidad. Nuestros soldados estaban dotados de arcabuces por lo que se veían expuestos al fuego de los mosquetes enemigos que los doblaban en alcance. En resumen unos mil hombres mal armados, con unas defensas poco consistentes, para oponerse Vista del ataque holandés a Las Palmas de Gran Canaria. Francisco Mexia, Canónigo (1599). Archivo General de Simancas


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