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EJERCITO DE TIERRA JULIO AGOSTO 2016

Geografía e Historia REVISTA EJÉRCITO • N. 904 JULIO/AGOSTO • 2016  91  Sin embargo, la mayor dificultad no se encontraba, como pudiera parecer en principio, en la autodeterminación del pueblo gibraltareño, sino, tal y como lo reconocían algunas democracias occidentales, en particular Estados Unidos, en que si el Reino Unido tuviera que rendir la soberanía sobre el Peñón, España tendría que cambiar política y económicamente, de tal manera que la revisión del Estatuto de Gibraltar fuera aceptable para los mismos gibraltareños. Ese cambio político, sin embargo, no se veía en el horizonte próximo en 1966. En otras palabras, Estados Unidos, Alemania y Francia, entre otros, que apoyaban sinceramente los esfuerzos de España, se alineaban con la posición británica relativa a los actuales gibraltareños, olvidando los derechos de los que emigraron de la Roca, y consideraban que no parecía factible que los gibraltareños quisieran pasar bajo la soberanía de la España del general Franco. Esta fue una posición de bloqueo que llevó el proceso a un punto muerto hasta la restauración de la democracia. En consecuencia, de nada sirvió el mandato de Naciones Unidas, el título jurídico basado en el artículo X del Tratado de Utrecht y las limitaciones territoriales, jurídicas, económicas y militares y de disposición futura que recoge el Tratado de Utrecht, limitaciones, por cierto, que el Reino Unido ha violado aprovechando situaciones de debilidad en España como en 1813, 1937 y otras. Es preciso recordar en este punto que Reino Unido carece de cualquier otro título jurídico para justificar su presencia en Gibraltar, además del artículo X del mencionado Tratado. Recordando los derechos de los gibraltareños, aspecto esencial, permítanme mencionar que no ha habido nunca un derecho de conquista de la Roca, ya que esta fue ocupada durante la guerra de Sucesión española en nombre de un pretendiente a la Corona de España a título de rey, el archiduque Carlos de Austria, por una fuerza de diversos países que, embarcada en navíos ingleses del almirante Rooke, estaba formada por soldados alemanes, holandeses, irlandeses, británicos e incluso españoles al mando del príncipe austroalemán Hesse-Darmastadt, quien una vez en la Roca izó la bandera del archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono español. En una declaración de la reina Ana de Inglaterra, publicada el 1 de mayo de 1705, meses después de la ocupación, se decía que «enviaba sus fuerzas a la Península para sostener los derechos de la casa de Austria a la Corona de España y no para tomar posesión en nombre de su Majestad británica de plaza española alguna». Teniendo en cuenta lo anterior y a pesar de la declaración de la reina de Inglaterra, el almirante Rooke arrió la bandera que ondeaba en la Roca en nombre del archiduque Carlos de Austria para izar la británica y adoptó todas las disposiciones necesarias para establecer la ocupación británica en el Peñón. Desde entonces los británicos han ido constituyendo paso a paso, pero sin reposo, el llamado «segundo Gibraltar», que está constituido por la ocupación del istmo en función de una historia de pretextos que empezaron con la voladura de los fuertes españoles de San Miguel y Santa Bárbara que protegía «la línea defensiva» y su consiguiente ocupación, realizada por los ingleses en 1809 durante la guerra de Independencia, y continuaron con motivos humanitarios para instalar un hospital con ocasión de una epidemia de tifus en el Peñón y la absurda reclamación de que el alcance de los cañones de la fortaleza debía determinar la ubicación de la frontera con España. Tras dimes y diretes, los británicos ganaron casi 900 metros sobre el istmo e instalaron una verja para materializar una expansión ilegal y delimitar la frontera de ese «segundo Gibraltar». La segunda parte de ese «segundo Gibraltar» fue la construcción, en 1938, de un aeródromo utilizado por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, que se consolidó después con el establecimiento del Cuartel General de la Estructura de Mando OTAN GIBMED, establecido en el Peñón antes de la entrada de España en la Alianza Atlántica. Volviendo al tema que nos ocupa, nos encontramos con tres aspectos que España ha sufrido: el primero es la fortaleza y su expansión a territorios españoles no cedidos en el Tratado de Utrecht, el segundo es la población constituida artificialmente, una vez que la nativa emigró forzadamente a San Roque, y el tercero una economía nacida a la sombra de la base militar y que carece de recursos propios, sin agricultura, sin industria y sin un comercio sólido y


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