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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2016

TEMAS GENERALES como los intereses europeos que Felipe IV había logrado mantener a flote pese a haber luchado solo contra todos. Santander fue una pieza esencial en el entramado «imperial» que le permitió a España convertirse, primero en el siglo XVI y mantenerse durante los siglos XVII y XVIII, en la mayor talasocracia que la Historia había contemplado hasta la fecha, con la que únicamente Portugal pudo pretender rivalizar en el siglo XVI y a la que solamente Inglaterra pudo llegar a igualar con dos siglos de retraso. Pintar el siglo xVIII como colofón de una historia naval irrepetible Esa historia marítima sobrecogedora que empezó con los Reyes Católicos, el descubrimiento de América por Colón, la conquista de Nápoles por el Gran Capitán, la toma de las plazas norteafricanas por Pedro Navarro a iniciativa del cardenal Cisneros…, plagada de gestas en forma de navegaciones imposibles, de conquistas increíbles, de adelantos técnicos y científicos sin precedente o de batallas victoriosas, acabó por converger con la hasta entonces paralela epopeya lusitana, dando lugar a la Época de los Galeones (1580- 1640), sin duda el cénit de la Edad de Oro de la Armada, en la que la nómina de grandes marinos es tan extensa y está tan olvidada que no cabe sino esperar que el genio de P. Penagos se apiade de su memoria y acabe por pintar aquellos galeones triunfantes con su habitual maestría, hasta ahora fundamentalmente enfocada en los navíos de línea y en las fragatas de la Ilustración, de ese siglo XVIII que podemos calificar, por tanto, como la Edad de Plata de la Armada. La importancia de los puertos y tradicionales astilleros cantábricos (Colindres, Zorroza, Orio y Usúrbil) decayó con la llegada de la nueva dinastía, de forma que solamente Guarnizo resistió a la pujanza de La Habana y de los modernos arsenales de la Marina hasta finales de siglo, mientras que las fábricas de artillería de La Cavada y Liérganes producían a pleno rendimiento para dotar de piezas adecuadas y en suficiente número a los navíos de línea que poblaban nuestras escuadras y a las fortalezas que protegían los puertos peninsulares y de allende los mares de los ataques fundamentalmente británicos. Así, los dos navíos que toma la exposición como excusa para desarrollar su discurso, el Real Felipe —primer navío de tres puentes de la Marina Real del XVIII, héroe en cabo Sicié bajo el mando de Juan José Navarro— y el San Juan Nepomuceno —el clásico 74 en cuyo puente se inmortalizó Cosme Damián Churruca en Trafalgar— son los mejores ejemplos de una larga lista de grandes buques que parecieron tener ánima propia, enraizada en esos montes tapizados de densos bosques cantábricos que les proveyeron de esqueleto y de forro, de carbón vegetal para fundir el hierro de sus propias minas, de agua para mover las herramientas que dieron forma a sus cañones… 52 Julio


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