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REVISTA GENERAL DE MARINA JULIO 2016

RuMBO A LA VIDA MARINA Así, el primer intento, que sepamos, de uso de un artefacto submarino con fines bélicos (porque con intención llamémosle científica hay que remontar la cita a Alejandro Magno) fue el curioso ingenio de forma ovoide, bautizado como The Turtle (La Tortuga) que, patroneado por el sargento norteamericano Erza Lee, se sumergió a finales del siglo XVIII en el puerto de Nueva York con la misión de hundir al navío inglés Eagle, que se encontraba fondeado en aquellas latitudes. Suponemos que su inventor, Davis Bushnell (Connecticut, 1742-1884), al elegir tal nombre faunístico quería referirse, simplemente, a su forma de tortuga, aunque no hay que excluir que, metido en harina de este costal y dada su condición de médico, profesión entonces muy afín a la biología, también quiso aludir a que una tortuga marina en inmersión forzosamente tiene que subir a la superficie para respirar el aire atmosférico. Con esta referencia Bushnell habría acertado al relacionar el nombre de su ambivalente máquina con uno de sus principales condicionantes: el submarino como la tortuga pueden estar un tiempo limitado bajo el agua, pero su reino no es de ese mundo, y ello conlleva unas dificultades técnicas para cuya solución, en el caso de La Tortuga, ni el siglo ni el país, en plena Guerra de la Independencia, estaban preparados. Pero si The Turtle de Bushnell no pasa de ser en nuestro caso nada más que un intento anecdótico de recordar que toda realización humana, toda conquista del mundo industrial, tiene su origen en la naturaleza y dentro de ella, en el ancestral laboratorio de la mar; sabemos que el mundo está lleno de tópicos y hemos oído repetir hasta la saciedad que el invento del submarino se inspiró en el pez y en su vejiga natatoria, probablemente en respuesta a que Narciso Monturiol (Figueras 1819-San Martín de Provensals, Barcelona, 1885), empeñado desde su juventud en crear un nuevo ingenio submarino que bautizaría con el nombre de Ictíneo o «barco-pez», dedicado a suavizar en lo posible el penoso trabajo que realizaban los buceadores que vivían de recolectar coral rojo en el golfo de Rosas y, en concreto, en las inmediaciones de las islas Medas, que aún hoy día es un renombrado reservorio de esta «piedra» tan de moda en la joyería de primor de los siglos XVIII al XX. Una vez botado el submarino de Monturiol, de tracción humana, que dificultosamente podía casar con la puntillosa fisiología de la vejiga natatoria del pez, y aunque la idea tenía su lógica, Monturiol ofreció a la Armada un Ictíneo de guerra que, tras varias inmersiones de prueba con desigual éxito, no tuvo acogida entre las autoridades navales del momento. El hecho de limitar la inspiración del submarino al funcionamiento de la vejiga natatoria del pez es muy sugerente, pero una vez comprendido que el submarino tiene que navegar en inmersión más allá de su trimado, dicho órgano, por otra parte prodigioso, no cubre ni de lejos las expectativas tecnológicas que tal nave requiere. Aunque se da la coincidencia de que tanto en el ingenio submarino como en el pez, cuando el peso del volumen de agua desalojada por cada uno de ellos es igual al empuje que sufren de abajo a arriba 2016 67


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