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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900

DOCUMENTO Armas y Servicios en la Primera Guerra Mundial REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016  113  Soldados británicos usando las barras paralelas para aprender a caminar con piernas ortopédicas generosamente abonado por estiércol, resultó en una alta tasa de infección, casi siempre por la gangrena gaseosa, que se tradujo en inevitables amputaciones y muertes. La mortalidad general por herida se aproximó al 28% al año de comenzada la guerra y las amputaciones de miembros llegaron a ser el 40% de las heridas de extremidades, que se complicaban con lesiones óseas. CONTROL DE LAS INFECCIONES DE LAS HERIDAS Los primeros intentos consistieron en la aplicación directa sobre la herida de diversos antisépticos, hasta que acabó por demostrarse que el procedimiento era inefectivo, a veces incluso nocivo para el tejido no dañado, de modo que se volvió al amplio desbridamiento de las heridas importantes añadiendo la irrigación continua con soluciones de Eusol (Edinburg University Solution) o la de Carrel-Dakin, consistente en hipoclorito cálcico, para ayudar al drenaje. Pero lo más importante fue la toma diaria de muestras con el fin de descubrir e identificar las bacterias antes del cierre efectivo de la herida, lo que se consiguió gracias a los laboratorios de bacteriología que se agregaron a los hospitales. A medida que fue aumentando el número de procederes quirúrgicos y la experiencia obtenida con ellos, fue reduciéndose la tasa de infección de las heridas. En 1917, las batallas de Mesina y Panchesdale provocaron 25.000 heridos, de los cuales únicamente 64 contrajeron la gangrena gaseosa, y hacia el final de la guerra toda infección llegó a ser relativamente rara; tanto, que muchos hospitales ostentaron orgullosamente la amenazante afirmación de Alexis Carrel: «Todo hombre herido que desarrolle supuración tiene derecho a exigir al cirujano que se justifique». Concretando, la mortalidad global de las heridas en la Gran Guerra fue del 8%, en contraste con el 13,3% de la guerra civil americana y el 20% de la guerra de Crimea. REHABILITACIÓN Los evidentes avances en las técnicas quirúrgicas aplicadas a las heridas y la citada reducción de las infecciones disminuyeron claramente la amputación profiláctica en las fracturas complicadas, que acabó por abandonarse en 1917, en tanto que la amputación traumática, por su parte, se redujo al 10%. No obstante en declive todos estos nefastos factores, a lo largo de la guerra se practicaron hasta alrededor de medio millón de amputaciones, de modo que hubo que estandarizar la aplicación de prótesis en los miembros y comenzó a florecer la ciencia de la rehabilitación. Sir Robert Jones, inspector de la ortopedia militar en el ejército británico, estableció 17 centros de rehabilitación, lo que constituyó la primera aproximación a la rehabilitación de los heridos en combate. La introducción de la tablilla de Thomas en todos los puestos de primeros auxilios para, con su colocación, evacuar las bajas con fractura de fémur complicadas redujo a menos del 20% la mortalidad de aquellos pacientes.


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