Recursos Humanos REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016 43 Estamos en el año 458 a. C. (295 de la fundación de Roma). Bajo un cielo abrasador, un hombre pobremente vestido empuja el arado que arrastra una yunta de bueyes. A pesar de haber ocupado el cargo de cónsul, la más alta dignidad de la República, malvive en un tugurio y se alimenta de lo que producen sus escasas tierras. Se llama Lucio Quincio Cincinato y pertenece a una de las familias más antiguas y nobles de la ciudad creada por Rómulo. Cincinato significa «rizoso» y es el cognomen que le asignaron de niño por tener el pelo rizado. Toda su fortuna la había perdido al tener que pagar las multas e indemnizaciones impuestas a su hijo tras humillar y enfrentarse a los tribunos, los defensores del estamento plebeyo. Pero no guarda rencor alguno. Se conforma con el destino que le han asignado los dioses y es feliz con su nueva situación. De pronto, en el horizonte, divisa unos jinetes que a todo galope se acercan a traerle una misiva del Senado. Los emisarios se sorprenden al hallar a un antiguo cónsul de Roma ataviado con pieles y arando sus campos. En la carta que entregan a Cincinato, el Senado le informa de que los ecuos han tomado de nuevo las armas contra Roma y le piden que asuma con plenos poderes la dictadura1 para enfrentarse a los enemigos de la ciudad. Lucio no se lo piensa dos veces. Engalanado con la toga purpurada, símbolo de la excepcional magistratura con la que ha sido investido, y acompañado por la guardia personal de los lictores, prerrogativa que le distingue del resto de ciudadanos, se presenta en el Senado y llama a filas a todos los varones romanos en edad militar. Al frente del ejército, se dirige al encuentro del enemigo que acampa en el monte Álgido. Aprovechando la sorpresa que le proporciona la oscuridad de la noche y empleando una original estrategia (rodea mediante una valla el campamento de los ecuos), derrota a sus oponentes cercados y sin posibilidad de maniobrar. Cincinato había salvado Roma. Todo fueron honores y prebendas. El propio Senado le pidió que continuara como dictador pero, a los 16 días de haber ocupado la dictadura, Cincinato renunció al cargo y a todos sus títulos y volvió a Cincinato abandona el arado. Óleo de Juan Antonio Ribera
EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900
To see the actual publication please follow the link above