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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 900

Pieza de artillería pesada alemana sobre raíles hombres, proyectiles y cargas de proyección, subiéndose y bajándose el conjunto gracias a los ascensores y los motores. Si recorremos todos los inventos de la segunda mitad del siglo xix, como el telégrafo, el código Morse, el teléfono, la fotografía, la máquina de escribir, la de coser, el ferrocarril, el automóvil, la bicicleta, la radio, el motor de gasolina, el aeroplano, la pastilla de jabón, las máquinas calculadoras mecánicas, etc., vemos que todos ellos serán aplicados al inicio de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra, y que evolucionan fundamentalmente en técnicas de tiro y fuego a lo largo de los cuatro años de contienda, mientras las armas y procedimientos permanecen fosilizados hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, durante la que se produce un gran avance en la movilidad frente a la quietud y se mejoran los sistemas de detección de objetivos y dirección del tiro, así como los proyectiles. Podemos afirmar que la artillería, al inicio de la Gran Guerra, se convierte en el arma más letal y técnica, junto con los nacientes tanques y aviones de combate, y se mantiene con la misma estructura y subsistemas, cuya tecnología mejora, pero el cañón como tal alcanza su cénit. 90  REVISTA EJÉRCITO • N. 900 ABRIL • 2016 LOS CAÑONES A mediados del siglo xix aparecen el ánima rayada, la retrocarga, los cierres de tornillo y la cuña, los proyectiles perforantes, los montajes y cureñas de hierro, los órganos elásticos de freno y recuperador, y un alcance de las piezas de más de 10.000 metros. Este avance en tan pocos años se dio gracias a la fabricación de aceros de mejor calidad y nuevas técnicas en las aleaciones de hierro y bronce comprimido, pero quedó algo sin resolver que iba a provocar quebraderos de cabeza al inicio de la guerra de 1914: el desgaste del material, pues las rayas se destruían a causa de las enormes presiones. Este problema se ha mantenido hasta nuestros días con los cañones de costa primarios de 381 y 305 mm, que tenían una vida de cien proyectiles por tubo con carga de proyección máxima (también llamada «de guerra»). Las masas de fuego que se requirieron al principio de la guerra obligaron a una reestructuración del cañón, y se pasó de forma paulatina del tiro tenso (cañón) al tiro curvo (obús), aunque ello exigiera trayectorias de mayor longitud, más tiempos y cálculos de tiro más exactos. De hecho, las estaciones meteorológicas en globos iban a ser clave en la precisión del tiro, lo que obligaba, antes de iniciar la masa de fuegos o el fuego en eficacia, a un tiro previo experimental


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