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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 899

18  REVISTA EJÉRCITO • N. 899 MARZO • 2016 que nunca podrá ganar el conflicto. La Alianza estaría en condiciones de garantizar una respuesta proporcional y controlada a cualquier intento ruso de aprovechar sus debilidades con vistas a lograr ventajas territoriales. Para ello no serían necesarios grandes incrementos de fuerzas o el reposicionamiento de las existentes, dado que la Alianza cuenta con considerable superioridad tanto numérica como cualitativa. No hay que olvidar que la OTAN de hoy en día es mucho más grande, más rica y más fuerte que la de los tiempos de la Guerra Fría, mientras que la Rusia de Putin tiene poco que ver con la antigua Unión Soviética. En este sentido, las medidas adoptadas hasta la fecha deberían ser suficientes para impedir cualquier política de hechos consumados en los Estados vecinos. Ahora bien, el éxito de esta estrategia diseñada para escenarios híbridos o convencionales no anula la posibilidad de que una Rusia que se sienta perdedora pueda recurrir a las armas nucleares. No hay garantía de que la lógica de la disuasión nuclear sobreviva a los resultados de un conflicto convencional. Si Rusia creyera que puede ganar, lo que el pensador estratégico norteamericano Elbridge Colby denomina «la competición en la asunción de riesgos»14 —una idea que el presidente ruso defiende vigorosamente—, la respuesta racional rusa a la superioridad convencional y tecnológica aliada vendría a ser nuclear. Cuanto más éxito tenga la estrategia de compensación convencional aliada, mayor incentivo tendrá Rusia para recurrir a la escalada nuclear. Por ello, la lógica estratégica indica que, para evitarla, la OTAN podría aceptar estacionar con carácter permanente fuerzas de combate importantes en los nuevos Estados miembros, pero al mismo tiempo debería mantener su tradicional política nuclear de los tres noes: «no hay intención, no hay plan y no hay razón para emplazar armas nucleares en el territorio de los nuevos miembros»15. Los arsenales actualmente existentes en Europa deberían ser suficientes para mantener el equilibrio nuclear. Lo contrario sería caer en la trampa de una nueva Guerra Fría. En cualquier caso, con independencia de las bondades o limitaciones de la nueva estrategia antihíbrida aliada diseñada para contener a Rusia, lo que sí se pone de manifiesto es que no está pensada para afrontar los riesgos y amenazas la defensa avanzada en Europa central y oriental, entendida desde el Báltico hasta los Balcanes, al tiempo que suponía una revalorización de las, hasta entonces denostadas, capacidades pesadas. No obstante, esta opción preferentemente norteamericana, presentaba serias reticencias en Europa. La negativa de los socios europeos a contribuir con unidades militares a este despliegue indicaba hasta qué punto no se había logrado un consenso suficiente en el seno de la Alianza para cambiar la política vigente desde 1997 de «no estacionar con carácter permanente fuerzas sustanciales de combate» en el territorio de los nuevos Estados miembros12. La tercera línea de acción fue definida en la Cumbre de la OTAN que tuvo lugar en Gales en septiembre de 2014, con la decisión de crear una Fuerza de Respuesta Rápida capaz de desplegar en 48 horas en cualquier lugar del territorio atlántico. A ello debería añadirse la instalación de los elementos esenciales de cuarteles generales de operaciones en los países bálticos, Polonia, Rumanía y Bulgaria. La voluntad de Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y España de jugar un papel relevante en esta fuerza parecía indicar una mayor disposición de las principales potencias europeas de asumir una responsabilidad creciente en la defensa de sus aliados de Europa oriental. La combinación de estas tres líneas de acción y el compromiso de los países aliados de incrementar sus gastos de defensa hasta el 2% del PIB durante la próxima década indicaban que la OTAN estaba mandando una señal clara en una doble dirección. Por una parte, la Alianza mantenía la garantía en el cumplimiento de las obligaciones derivadas del Tratado de Washington, de manera que una agresión a un Estado miembro, por muy híbrida que esta fuera, se considerará un ataque a todos. Por otra parte, se enviaba un aviso inequívoco a Rusia de que los países bálticos —dos de ellos fronterizos con Rusia— no son Ucrania. CONCLUSIONES Con esta estrategia de compensación antihíbrida del fuerte al débil, la OTAN busca asegurarse lo que ha venido a llamarse el «dominio de la escalada»13, una situación en la que el adversario ruso no tenga incentivo para iniciar una escalada, incluida su arista nuclear, en el entendimiento de


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