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que obligaba a llevar a cabo un proceso de integración y requería períodos mínimos de tiempo para conseguir el apropiado conocimiento de los procedimientos y las normas operativas. Los mandos de las unidades operativas (brigadas y apoyos) que constituyen una división y que debían participar en los procesos de adiestramiento no formaban parte de la cadena orgánica del CGTAD, lo que hacía más complejas las relaciones y la coordinación de actividades. Aun cuando la dependencia orgánica no es indispensable para conseguir una integración eficaz entre los cuarteles generales y las unidades bajo su control, sí es preciso asegurar que entre ellos exista un permanente contacto y flujo de información. Si lo que se pretendía con esta original solución era conseguir una estructura más eficiente, todo apunta a que no se consiguió ese objetivo. Los mandos de FUP y FUL debían seguir cumpliendo sus importantísimas funciones como mandos orgánicos y seguían siendo responsables de la preparación de sus unidades subordinadas. Estas funciones llevan aparejados múltiples cometidos en los ámbitos de gestión de personal (cerca de 3.000 cuadros de mando y 9.000 militares de tropa solo en el Mando de Fuerzas Ligeras), gestión de créditos, asesoramiento jurídico, unificación de plantillas, medios y procedimientos, adiestramiento de los cuarteles generales de sus brigadas y coordinación de la generación de las estructuras operativas en su ámbito de responsabilidad orgánica. Para llevar a cabo esta labor precisaban un cuartel general y un Estado Mayor adecuadamente dimensionado, por lo que la reducción de estructuras y personal resultó irrelevante. Además, sin estos cuarteles generales la acción de mando del nivel superior, la Fuerza Terrestre, hubiera resultado muy complicada, pues habría ampliado su esfera de control de 13 a 22 unidades orgánicas directamente subordinadas2. Ante esta situación, y también por el renovado protagonismo que estaba tomando el nivel división, como posteriormente veremos, se decidió volver a asignar misiones operativas a los cuarteles generales de FUP y FUL cuyos estados mayores fueron potenciados en perjuicio del CGTAD, que mantiene las responsabilidades de nivel cuerpo de ejército y mando componente. Finalmente, la publicación de la Orden Ministerial 166 del año 2015, por la que se desarrolla la organización básica de las Fuerzas Armadas, da carta de naturaleza a estos mandos 58  REVISTA EJÉRCITO • N. 899 MARZO • 2016 como divisiones, que cambiarán nuevamente sus denominaciones y se constituirán en las divisiones San Marcial y Castillejos, respectivamente. EL ENTORNO OPERATIVO Y LA DIVISIÓN El entorno operativo3 al que se van a enfrentar las Fuerzas Armadas en el futuro proporciona las claves para determinar el papel que el escalón división tendrá asignado en el desarrollo de operaciones militares. El entorno estratégico, que condiciona al operativo, va a seguir estando caracterizado por la complejidad y la incertidumbre, e incorpora un rasgo nuevo: la fragmentación4, término que se refiere a la pérdida de solidez de las alianzas, lo que aumenta la posibilidad de que España deba hacer frente en solitario o con pequeñas coaliciones a futuras crisis o conflictos. Por tanto, será preciso contar con las estructuras de mando y control nacionales del nivel adecuado que permitan liderar las organizaciones militares en este entorno fragmentado. La división, con sus capacidades de ejercer el control de una estructura de entidad muy importante en todo el espectro del conflicto, se configura como un elemento esencial de la Fuerza Terrestre. En cuanto al adversario, además de los tradicionales convencional y asimétrico, habrá que enfrentarse muy previsiblemente a la amenaza híbrida, entendida como aquella en la que al menos uno de los adversarios recurre a una combinación de operaciones convencionales y guerra irregular, mezclada esta última con acciones terroristas y conexiones con el crimen organizado5. Para hacer frente a esta amenaza, que recientemente se ha hecho realidad en diferentes conflictos (como la campaña que las Fuerzas Armadas de Israel libraron contra Hizbulá, en el sur del Líbano en el año 2006, o el conflicto generado por el Estado Islámico en Irak y Siria), será preciso disponer de una fuerza militar con una entidad y potencia de combate suficiente para enfrentarse a un adversario que puede llegar a disponer de importantes capacidades convencionales. La división aporta esas capacidades mediante la integración y coordinación de la actuación de sus brigadas y proporcionando los apoyos al combate y apoyos logísticos al combate. Además, el conflicto de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de potenciar las capacidades convencionales de nuestras Fuerzas Armadas para hacer frente a amenazas de esta


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