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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 899

DOCUMENTO REVISTA EJÉRCITO • N. 899 MARZO • 2016  99  Nacen así, precisamente, para crear esa imagen distintiva, los diversos elementos propios del naciente Cuerpo: su emblema, alabarda, ballesta y arcabuz; un emblema sencillo, llamativo, evocador de pasadas glorias; se adopta un uniforme táctico, vistoso, fácilmente diferenciable y moderno para la época, que empleaba una camisa abierta de corte gimnástico, útil para operaciones en climas cálidos, a la par que proporcionaba una imagen romántica y aventurera; se escoge como prenda de cabeza un gorro isabelino diferente al del resto del ejército, marcial, airoso, y para su uso en operaciones se elige el chambergo; se recuperan tradiciones ya en desuso en el resto del ejército, como los guiones de las unidades y los banderines de las compañías; se modifican las cornetas, los tambores…, todo se inspira en lo usado siglos atrás por la vieja infantería española. Las unidades legionarias reinstauran el nombre de banderas y tercios para sus unidades, las cuales reciben las armas de héroes de glorias pretéritas. Se instaura el lema y contraseña, «legionarios a luchar; legionarios a morir», novedoso, sencillo y combativo. Se crean los himnos propios de la unidad, Tercios Heroicos, La Canción del Legionario y El Novio de la Muerte. Incluso el título de los miembros de tan reducido grupo es diferente al del resto del ejército: no se les llama soldados, sino caballeros legionarios. Posteriormente se adapta el paso ordinario de desfile de la Legión, más rápido, vivaz y gallardo, que huele a guerra «a 160 pasos por minuto y un solo corazón, como un huracán de guerra desfila la Legión». Como se puede comprobar, a lo largo de la historia de la Legión todo se ha estudiado cuidadosamente y con esmerado detalle para inculcar en el Cuerpo una imagen distintiva, peculiar, que proporcione a sus miembros una sensación de pertenencia a un grupo, a una hermandad de guerreros, a la Legión. Efectivamente, la imagen externa diferenciadora estaba creada, pero faltaba el fondo, el fundamento; era necesario aportar unas normas éticas, un código que diera sentido a la Legión, que le proporcionara ese potenciador del combate, ese aliciente, ese unificador de voluntades, el tan ansiado espíritu de Cuerpo. Es por ello que se redacta el credo, el aspecto más fundamental e importante de la Legión, su arma secreta, parte sin la cual la naciente unidad hubiera sido un cuerpo desmadejado, incompleto, sin alma y sin sentido. EL ARMA SECRETA DE LA LEGIÓN: SU CREDO Millán Astray, consciente de la necesidad de crear un alma moral, un código de conducta y valores para el Cuerpo recién formado, ideó el credo legionario, que es sin duda la máxima expresión del espíritu de Cuerpo que tiene y atesora la Legión. En él reflejó los fundamentos morales del espíritu de Cuerpo de la Legión, rindiendo culto al honor, al valor, a la disciplina, al sacrificio y al amor por España4. Con estos mandamientos, estas austeras reglas, el Fundador lograba convertir el heterogéneo grupo de paisanos que se alistaban en la Legión en guerreros pertenecientes a una hermandad de sangre, a un Cuerpo sumamente eficaz en el que el arrojo en el combate era lo que principalmente se valoraba. El Credo Legionario consta de 12 artículos, diez de ellos llamados «espíritus» y dos máximas finales. Refleja una serie de valores morales en un lenguaje cargado de hipérboles, escrito como si fuera una arenga, pero todos y cada uno de sus «espíritus» encierran en su fondo las virtudes5 que debe poseer un buen militar, un guerrero, un legionario. Refleja los mandamientos para constituir una religión de hombres honrados. EL CREDO LEGIONARIO SIGUE VIGENTE Resulta imprescindible atesorar y proteger en la milicia los variados códigos deontológicos que, como el credo legionario, coexisten en nuestro Ejército y que crean ese ambiente moral que impulsa a sus componentes a seguir el camino del servicio, el sacrificio, la superación, el compañerismo, la disciplina y la honradez6. El credo legionario, como código ético propio de la Legión, impulsa a  esta  en su lucha diaria para mejorar lo ya existente, para emular y mantener la gloriosa herencia recibida y no «volver la espalda al pasado que es la rebarbarización del hombre»7. Es una potente arma contra la desidia, contra la mediocridad, y constituye una útil herramienta de superación, «aquí es preciso demostrar qué pueblo es el más


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