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LA LEGION 535

>> Historia PADRE ESCOLAPIO D. ANTONIO VIDAL PONS Por D. Jesús Guzmán Villaverde El 18 de marzo de 1922 en el combate de Amvar falleció el Comandante Rodríguez Fontanés. En la acción destacó el Capellán auxiliar D. Antonio Vidal Pons. El padre Vidal fue el primer capellán legionario muerto en acción de guerra. Nacido en Alcañíz (Teruel) en el año 1.896, fue el mayor de cuatro hermanos. Asistió al Colegio de los Padres Escolapios donde estudió los tres grados elementales. En 1912 pidió su ingreso en los PP. Calasancios donde realiza sus estudios sacerdotales siendo ordenado sacerdote en 1920 y destinado al Colegio de Jaca donde trabajó en la educación de los niños además de cumplir los deberes militares. Fue fi liado como recluta por el cupo de su pueblo en el reemplazo de 1 de agosto de 1917 y como soldado de Infantería en activo se reengancha el 6 de marzo de 1921. Procedente del Batallón Expedicionario del Regimiento de Infantería de Galicia nº 19, fue destinado a las fuerzas del Tercio por la Tenencia Vicaria Castrense de Melilla el día 9 de octubre de 1921 siendo agregado a la I Bandera, 13ª Compañía, para auxiliar espiritualmente a los legionarios y a todo aquel que lo necesitara. Durante su destino legionario, en la Guerra de Marruecos, confeccionó un cuaderno de notas día a día. En él cita que fue el primer sacerdote que entró en Monte Arruit para dar sepultura a los allí caídos y todo queda refl ejado en sus Impresiones de Campaña, cuyos párrafos transcribimos por su interés histórico para recordar la fi gura de este sacerdote: Día 3. Llegamos a Melilla procedentes de Málaga en el vapor “A Lázaro” y desembarcamos a las 8 de la mañana, destinándonos inmediatamente a Cabrerizas Altas; por la tarde nos presentamos al Sr. Teniente Vicario; poniéndonos a sus órdenes después de algunos días, fue dando ocupación a todos los Presbíteros, ya en los hospitales, ya en el Cementerio para llevar los Mártires de la Patria, a su última morada; yo me quede todavía sin ocupación, por haberme prometido el Vicario a instancias mías el mandarme al hospital que se establecería en Zeluán, tan pronto como fuera reconquistado. Día 9. Habiendo sabido que hacía falta un Capellán en las banderas del Tercio y que pedía el señor Vicario, uno que fuera voluntario a dicho cuerpo, me presenté inmediatamente en la Vicaria; el Sr. Tte. Vicario agradeció mi buena voluntad, pero por el pronto, no me dio palabra de acceder a mis deseos. Día 13. Estando en la Capilla castrense a la hora en el que el Sr. Tte. Vicario solía decir misa, me dio la grata noticia de que por fi n accedía a mis deseos, porque se presentó en la Vicaria un fraile para ir al Tercio, y no era soldado y para que nadie dijera que entre tantos soldados-presbíteros, había tenido que acudir a uno que no lo era se acordó de mi petición, y le dijo que no hacía falta, pues ya muchos presbíteros se lo habían pedido. Aquel mismo día me extendió los Ofi cios del nombramiento, para al día siguiente, incorporarme al Tercio en Taniman para la toma de Zeluan donde se suponía haría falta mi sagrado Ministerio. Día 14. A las 6 y media de la madrugada, me presenté en la Comandancia de Sanidad, con autorización para ir hasta Taniman en una ambulancia, apenas llegado a este puesto, presentándose a nuestra vista el cuadro más repugnante y horrible, por los continuos cadáveres mutilados, quemados y desechos, todos en un estado que representaba los más salvajes atropellos de los moros y los más horrorosos sufrimientos de las víctimas; a medida que nos acercábamos a Zeluan los cadáveres eran más numerosos, y más distintos los tormentos que representaban haberles dado muerte; a las 10 y media aproximadamente, izábase nuestra bandera en la Alcazaba de Zeluan, al toque de la Marcha Real, y en medio de los vivas a España, en un ambiente corrompido por el sinnúmero de cadáveres de sol 52 535 · II-2016 La Legión


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