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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 330

MOE Al llegar al lugar de los hechos, los equipos de investigadores marcan el área donde se produjo la explosión. A continuación, cada uno de sus miembros se encarga de un cometido concreto, como la realización de fotografías o la recogida de muestras. CONTRARRELOJ A diferencia de sus homónimos policiales, que pueden permanecer días o semanas desplegados en la zona del atentado, los CSI militares trabajan en ambientes «no permisivos». En zona de operaciones, el tiempo para la recogida de evidencias se reduce a 20 minutos, «o, como mucho, una hora siempre que no se esté expuesto a las acciones del enemigo», indica el subinspector Francisco Javier Avis, del Cuerpo Nacional de Policía, uno de los diez instructores del último curso WIT, junto a otros agentes europeos y del FBI, además del personal militar. Tras las recogida de las evidencias, el CSI militar dispone de 12 horas como máximo para elaborar un estudio inmediato para el mando y las oficinas de inteligencia y de operaciones de la fuerza. «Después emitimos el informe técnico, táctico y biométrico de nivel uno con nuestras propias conclusiones que, junto a las evidencias, se envían al laboratorio y que, dependiendo de la prioridad con la que se clasifique el incidente —roja, ámbar o verde—, se lleva a cabo en uno, tres o siete días, respectivamente», señala el director del último curso WIT. En su fase práctica se detonaron cinco bombas artesanas, por radio control o activados por las propias víctimas, fabricadas algunas con munición de mortero de 80, 105 o 120 milímetros reforzada con tornillería, y otras con componentes no militares, como el ANFO, de uso frecuente por la insurgencia en Afganistán. Fue en el país asiático donde la Alianza Atlántica se planteó la necesidad de formar especialistas forenses para investigar los ataques con artefactos explosivos improvisados. Solo en 2014 se registraron en el mundo más de 24.000 incidentes relacionados con IED causando la muerte de más de 51.000 personas, no solo en Afganistán, también en Irak o en algunos países centroafricanos donde se encuentran desplegadas las fuerzas aliadas, y sobre todo en Siria, Libia e, incluso, Colombia. J.L. Expósito Fotos: Pepe Díaz deseados, las muestras se reenvían a centros especializados ubicados en determinados países aliados. «Es el nivel tres», indica Mancilla. Los equipos que actúan en el escenario del ataque están formados por cuatro especialistas: uno en IED, otro en inteligencia —conocedor de la insurgencia y de sus procedimientos en este tipo de acciones—, otro en operaciones —para cubrir el aspecto táctico de las fuerzas propias— y otro en biometría, encargado de la recogida de huellas dactilares o muestras de ADN, entre otras pruebas físicas. Las evidencias se fotografían antes de retirarlas de la escena del crimen, se señala su ubicación en un plano y, a continuación, son introducidas en bolsas perfectamente selladas y etiquetadas. El agente policial es, además, responsable de la cadena de custodia, es decir, el garante de que las pruebas no sean manipuladas desde la recogida hasta su análisis. Julio/Agosto 2016 Revista Española de Defensa 47


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